Uno de los libros donde mejor se puede aprender el poder que la Retórica ha tenido para moldear el discurso en la cultura occidental, dando forma a sus productos más refinados (como la literatura o la pintura) es el de Ernst Robert Curtius, Literatura Europea y Edad Media Latina (México, Fondo de Cultura Económica, 1975) Este libro documenta con claridad y erudición cómo desde la temprana Edad Media fue gestándose en la literatura europea una Tópica muy específica para crear argumentos narrativos cuyo alcance es mayúsculo, pues define las fórmulas sobre las que fueron ejecutadas las obras de autores clásicos de los últimos dos milenios. Curtius sostiene por ello que la Retórica ha sido uno de los pilares más sólidos de la cultura occidental, ya que ella ha establecido los lugares de la imaginación con los que el mundo europeo ha alcanzado una cohesión formidable que llega por supuesto hasta nuestros días.
Este paraje ameno es invocado siempre que se trata de atemperar el ánimo invocando a la naturaleza. Virgilio coloca a Eneas en un paraje ameno después de que sufre un naufragio, el héroe será después el fundador de Roma. La invocación a la naturaleza parece ser noble, pura, diamantina, sin embrago, como dice Curtius, “no se trata aquí de un sentimiento de la naturaleza –concepto, por cierto, poco aclarado- sino de técnica literaria.” Tales paisajes no provinieron nunca de la observación, sino de la invención poética, y no es curioso que durante el Renacimiento, cuando es necesario dar volumen visual a la figura de Jesucristo (cuya difusión ecuménica-visual es en gran medida un producto de la aplicación de los tópicos de la retórica a la cristiandad) éste apareciera en el lecho de su nacimiento justo en un “paraje ameno”, es decir, en un ámbito pastoril, en medio de una fuente de agua, con una floresta en rededor, todo lo cual produce un efecto de naturalización y de humildad ideal que fueron necesarios para generar las motivaciones necesarias para creer en los preceptos de la religión.
El libro de Curtius es entonces una colección de lugares del discurso que han tenido una larga influencia cultural, como es el caso de la tópica de la falsa modestia, del mundo al revés, del héroe, de las musas, la tópica de lo indecible, del paisaje ideal así como varios tipos de metáforas que actúan sistemáticamente.
Uno de los tópicos clásicos es el del paisaje, escena que suministra un escenario ideal para la vida y el cuál ha sido convocado en diversos discursos. Según Curtius una fórmula fija del paisaje, que fuera invención de la poesía bucólica temprana, es el “paraje ameno” (locus amoenus) . El paraje ameno es parte de los esquemas de la tópica panegírica, que sirve para establecer el ámbito del hombre ideal, en especial el ámbito de la poesía. Sus componentes son muy específicos y aparecen en los diccionarios de retórica antigua, a los cuales recurrían los escritores para descubrir sus fórmulas de imaginación: tiene que ser “un paisaje placentero, con su árbol, su fuente, su prado; el bosque poblado de diversas especies de árboles, la alfombra florida” Tiene que tener “ante todo sombra, además una fuente o un arroyo que refresquen, y además una alfombra de césped en qué sentarse”. En el paraje ameno tiene que realizarse una actividad placentera, una actividad libre, no lucrativa, lejos de la ciudad, como filosofar, tocar música, descansar, escribir. Es un tópico bien establecido. “Escribir poesía bajo un árbol, en el prado y junto a una fuente, será en la época helenística un motivo poético. Para escribir de este modo hace falta un marco sociológico, esto es, un oficio que exija la vida al aire libre o en el campo, lejos de la ciudad”.
En este escenario florece también la vida pastoril como un ideal. El pastor “disfruta del ocio en abundancia, su dios protector es Pan, el genio de los rebaños, el inventor de la flauta pastoril…”Uno de los tópicos clásicos es el del paisaje, escena que suministra un escenario ideal para la vida y el cuál ha sido convocado en diversos discursos. Según Curtius una fórmula fija del paisaje, que fuera invención de la poesía bucólica temprana, es el “paraje ameno” (locus amoenus) . El paraje ameno es parte de los esquemas de la tópica panegírica, que sirve para establecer el ámbito del hombre ideal, en especial el ámbito de la poesía. Sus componentes son muy específicos y aparecen en los diccionarios de retórica antigua, a los cuales recurrían los escritores para descubrir sus fórmulas de imaginación: tiene que ser “un paisaje placentero, con su árbol, su fuente, su prado; el bosque poblado de diversas especies de árboles, la alfombra florida” Tiene que tener “ante todo sombra, además una fuente o un arroyo que refresquen, y además una alfombra de césped en qué sentarse”. En el paraje ameno tiene que realizarse una actividad placentera, una actividad libre, no lucrativa, lejos de la ciudad, como filosofar, tocar música, descansar, escribir. Es un tópico bien establecido. “Escribir poesía bajo un árbol, en el prado y junto a una fuente, será en la época helenística un motivo poético. Para escribir de este modo hace falta un marco sociológico, esto es, un oficio que exija la vida al aire libre o en el campo, lejos de la ciudad”.
Este paraje ameno es invocado siempre que se trata de atemperar el ánimo invocando a la naturaleza. Virgilio coloca a Eneas en un paraje ameno después de que sufre un naufragio, el héroe será después el fundador de Roma. La invocación a la naturaleza parece ser noble, pura, diamantina, sin embrago, como dice Curtius, “no se trata aquí de un sentimiento de la naturaleza –concepto, por cierto, poco aclarado- sino de técnica literaria.” Tales paisajes no provinieron nunca de la observación, sino de la invención poética, y no es curioso que durante el Renacimiento, cuando es necesario dar volumen visual a la figura de Jesucristo (cuya difusión ecuménica-visual es en gran medida un producto de la aplicación de los tópicos de la retórica a la cristiandad) éste apareciera en el lecho de su nacimiento justo en un “paraje ameno”, es decir, en un ámbito pastoril, en medio de una fuente de agua, con una floresta en rededor, todo lo cual produce un efecto de naturalización y de humildad ideal que fueron necesarios para generar las motivaciones necesarias para creer en los preceptos de la religión.
Tópicos como este demuestran incluso hasta qué punto la cristiandad dependió de la Retórica antigua, al punto de que podemos decir que la cultura occidental sólo nace cuando la tradición cristiana y la tradición helénica se fecundan entre sí. El paraje ideal, una vez establecido como tópico retórico-literario bien preciso, estaba presente (más que la observación en sí) en el surgimiento de la pintura del paisaje que surge en el renacimiento, la cual más que representar “la realidad” crea el ideal literario en el cuadro. El cuadro debe parecerse más al tópico que la escena ante la vista (pues la escena difícilmente coincide con ese ideal) y por ello decimos que tales paisajes son “pintorescos”, pues atienden sobre todo a la tópica establecida, al estatus que como discurso deben alcanzar. Veamos en las imágenes anexas la consistencia del tópico en los cuadros que iniciaron la pintura del paisaje en los siglos XV y hasta el XIX en las obras de Salomon van Ruysdael, Poussin, Aelbert Cuyp, Berend Cornelis, Claude Lorrain o Rembrandt.
Incluso hay ocasiones en las que vemos los pueblos o las escenas del campo en términos de ese ideal, y sobra decir que ese tópico persiste en tarjetas postales, calendarios (y quién no ha visto convocado ese motivo apelando a su efecto tranquilizador dentro de la sala de espera de un dentista dentro de un edificio de la ciudad, por ejemplo), en el escenario que se traza para los pueblos que son pobres pero humildes –y la fascinación que ello genera, como es el caso de México- y no es curioso tampoco que de la aplicación ya madura del tópico (lo que implica un proceso histórico de asimilación) haya surgido el despunte de la pintura propiamente mexicana, como sucede en los cuadros de José María Velasco, en el que vemos el tópico del paraje ameno aplicado ya de forma plásticamente relevante a la geografía del país. Podríamos decir que la fundación de la idea de nación nuestra, sobre todo a través de sus manifestaciones artísticas, es producto también de la retórica antigua, de la poesía bucólica del sigo III A-C. Sorprendente poder éste de la retórica:La caza. José María Velasco
1 comentario:
QUé maravilla de entrada, estaba buscando una información del paisaje y me he topado esta joya. Muchas gracias
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