sábado, 31 de marzo de 2007

Los 14 progymnasmata o ejercicios de Retórica

En tanto que la Retórica fue en la antigüedad una disciplina hecha para la enseñanza y la práctica, los antiguos preceptores de este arte diseñaron los 14 progymnasmata o ejercicios retóricos que tenían como fin entrenar a los futuros oradores en el arte de la persuasión. Estos ejercicios estaban graduados de menor a mayor dificultad y servían para brindar una formación propicia para generar discursos en cualquiera de los géneros de la retórica, el judicial, el deliberativo y el epidíctico. Los 14 ejercicios son los siguientes:

1. Fábula. Es un discurso falso mediante el que se genera una imagen de la realidad. Fue originada por los poetas, pero hoy es utilizada por los oradores como un recurso para ganar la adhesión de la audiencia. Esopo fue el mayor experto en su ejecución. La fàbula podía ser “racional” “ética” o “mixta”. La racional es aquélla en la que cualquier principio humano es imaginado al ponerse en acción; la ética procede mediante la imitación del carácter a través de criaturas irracionales; la mixta se compone por características de ambas, tanto racionales como irracionales.

Fábula ética: El perro y la almeja.
"Un perro de esos acostumbrados a comer huevos, al ver una almeja, no lo pensó dos veces, y creyendo que se trataba de un huevo, se la tragó inmediatamente. Desgarradas luego sus entrañas, se sintió muy mal y se dijo:
-- Bien merecido lo tengo, por creer que todo lo que veo redondo son huevos-
Nunca tomes un asunto sin antes reflexionar, para no entrar luego en extrañas dificultades." (Esopo)

2. Narración. La narración es la exposición de un evento que ha ocurrido, o que podría haber ocurrido. La narración difiere de la narrativa en el mismo sentido en que un poema es diferente a la poesía (La Iliada es un poema, los versos que hablan de cómo Aquiles prepara sus armas es poesía). La narración puede ser dramática, histórica o política. La dramática es ficticia, la histórica contiene una historia tomada de la antigüedad, la política es la especie que los oradores utilizan en sus disputas. La narración debe tener seis cualidades concomitantes: la persona que actúa, la acción que realiza, el tiempo, el lugar, la manera y la causa de sus acciones. Y debe tener a su vez cuatro virtudes: claridad, concisión, verosimilitud y pureza en la dicción. Es la base de la formación del orador, según Quintiliano.

Narración dramática: A Circe.
"¡Circe, diosa venerable! He seguido puntualmente tus avisos. Mas no me hice amarrar al mástil cuando divisamos la isla de las sirenas, porque iba resuelto a perderne. En medio del mar silencioso estaba la pradera fatal. Parecía un cargamento de violetas errante por las aguas.
¡Circe, noble diosa de los hermosos cabellos! Mi destino es cruel. Como iba resuelto a perderme, las sirenas no cantaron para mí." (JulioTorri)

3. Chría o anécdota. Es una breve reminiscencia oportunamente evocada sobre alguna persona. El orador se refiere a esa persona de forma breve, se prueban sus hechos o dichos conforme a la razón, se apunta lo que es contrario a la razón, se añade una comparación, un ejemplo, un testimonio (u opinión de otro) y se termina con un epílogo o conclusión. La anécdota puede ser lógica, práctica o mixta. La lógica es aquélla donde las palabras encarnan alguna moral (p. ej. Platón solía decir que las semillas de la virtud germinan con la amabilidad y el trabajo) la práctica es la que procede mediante la referencia a una acción (p. ej. Penélope destejía todas las noches para desalentar a sus pretendientes) y existe también la forma mixta, que combina las dos. La anécdota se puede amplificar mediante la paráfrasis o el uso de refranes.

4. Máxima o proverbio. Parecida a la chría, la máxima es una declaración sumaria hecha en forma condensada, que se utiliza para exhortar o disuadir en relación a algo. La máxima puede ser exhortatoria, disuasiva o declarativa, puede ser simple o compuesta, pero siempre debe ser plausible, verdadera o hiperbólica. Debe ser invocada cuando la situación lo requiere.
Máxima declarativa:
"Los ojos se fían de ellos mismos, las orejas se fían de los demás." (Proverbio Alemán)

5. Refutación. Es el ataque a una creencia o a una narración dadas. No debe usarse en casos que resultan obvios o claramente imposibles, sino en los casos donde la duda puede generarse. El orador que usa la refutación debe primero desacreditar a aquéllos que han hecho la aserción, después deben resumirse brevemente sus afirmaciones, para luego contravenir sus argumentos haciendo ver en ellas seis cosas: su oscuridad, su improbabilidad, su imposibilidad, su inconsistencia, su impropiedad y finalmente su inconveniencia o inutilidad. Este ejercicio preliminar requiere de la fuerza completa del arte de la Retórica.
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6. Confirmación. Inversa a la refutación, se arguye para demostrar y asegurar una creencia o narración dadas. Tampoco debe usarse en casos obvios. El orador debe dar crédito a quienes han hecho la aserción, y luego se argumenta apelando a seis principios: la claridad, la probabilidad, la posibilidad, la consistencia, la propiedad, la conveniencia o utilidad. Se utilizan en estos casos las figuras del logos.

7. Lugar común. Es el discurso que amplifica las bondades o los vicios evidentes. Está relacionado con el encomio y el vituperio, y consta de un exordio en el que se dice el castigo o recompensa que merece el hombre malvado o virtuoso, después de hace referencia a lo contrario del delito o la virtud que se persigue, después se explica el crimen o el mérito por amplificación, se hacen comparaciones con otros crímenes o virtudes, se manifiesta la intención del hombre referido y se rechaza la compasión o su contrario. Los lugares mediante los que se construye este propósito son los siguientes: la legalidad, la justicia, lo conforme, lo posible, lo útil, lo honorable, el suceso y la consecuencia.

8. Encomio. Propio del género epidíctico el encomio es el discurso que expone los buenos atributos de algo o de alguien. Difiere del himno pues no se refiere a los dioses sino a los mortales, pero también es una pieza artísticamente elaborada. Puede hacerse encomio de personas y cosas, así como de criaturas irracionales. A su vez puede ser usado colectiva o individualmente (por ejemplo Todos los atenienses o un ateniense). Se hace mediante un prólogo que refiere al sujeto u objeto en cuestión, después se apela al lugar de nacimiento, la educación, el linaje, alma, cuerpo y fortuna, y después se hace un epílogo.

9. Vituperio. También es propio del género epidíctico. Es un discurso que atiende sólo a los vicios y se construye igual que el encomio pero en el sentido inverso. También puede ser colectivo o individual o referirse a cosas o personas. Difiere del lugar común en que no exhorta al castigo sino que sólo hace una invectiva contra la persona exponiendo las cosas que de él son penosas y rechazables.

10. Comparación. Es el discurso que, mediante el contraste, enaltece una virtud por su comparación con un vicio o defecto para hacer prevalecer uno sobre otro, es decir procede por yuxtaposición. Puede ser construido con un encomio y un vituperio o con dos encomios y un vituperio.

11. Caracterización o Etopeya. Es la imitación del carácter de una persona. Tiene tres especies, el retrato de la imagen, el retrato de la persona y el retrato del carácter . En el retrato del carácter, la persona es conocida y el carácter es inventado, se llama entonces caracterización. En el retrato de la imagen el carácter es conocido, pero la persona imitada está imposibilitada a hablar (por muerte por ejemplo) y sólo se inventa su imagen. En el retrato de la persona todo es inventado, tanto el carácter como la persona misma. Se llama entonces personificación. La caracterización se construye pues con las figuras del ethos, y se divide en patética, ética o mixta. La patética se concentra en las emociones, mientras que la ética se concentra en el carácter solamente. La caracterización requiere de un estilo claro, conciso, lleno de colores.

12. Descripción. Es la composición discursiva que expone el objeto a los ojos del auditorio dándole una forma vívida. Pueden describirse personas, tiempos y lugares así como criaturas irracionales. Las cosas pueden describirse físicamente, por aquello que las compone, por aquello que las rodea o por aquello que contienen. Le corresponde sobre todo el género epidíctico y su estilo puede ser relajado y libre.

13. Tesis o Tema. Cicerón la llamó Causa y otros retóricos Controversia. La Tesis es el examen lógico de alguna materia que se pone en consideración. No tiene una referencia concreta sino se evalúa un argumento abstracto y sus consecuencias (por ejemplo si se debe elegir mujer, no si Sócrates debe elegir mujer). Se diferencia del lugar común ya que éste amplifica una cosa cierta, mientras que la Tesis trata de una cosa dudosa. Sus partes son la exordio (introducción al tema) la argumentación (de los tópicos que conciernen al tema y de las circunstancias de su existencia), las oposiciones (las cosas contrarias), las soluciones (por concesión, por negación o por lo contrario) y el epílogo (que contiene una breve amplificación, un breve resumen de los argumentos y una exhortación). Se construye apelando a la legitimidad, la justicia, la experiencia, la posibilidad los antecedentes y las consecuencias, y pertenece claramente al género deliberativo. La tesis puede ser política o teórica, la política concierne a la construcción de la sociedad (¿es posible un desarrollo tecnológico sustentable?) y la teórica es la que somete los fenómenos a una consideración intelectual (¿es el cielo esférico?) . La diferencia entre tesis e hipótesis es que la hipótesis tiene circunstancia, mientras que la tesis es no-circunstancial; la circunstancia quiere decir personas, acciones, causas, etcétera. La tesis es un ejercicio que requiere la contraposición y la solución punto por punto, e implica una capacidad de usar los mecanismos de la retórica en todo su potencial. Muchos alumnos de las Universidades contemporáneas están obligados a hacer este ejercicio todavía hasta la actualidad, ya que ello los acredita para ejercer una profesión. Es pues uno de los géneros de la tradición retórica que mejor ha sobrevivido en el mundo académco contemporáneo de manera formal.

14. Propuesta de Ley. Va más allá de la tesis pues supone la convicción o la oposición a decisiones legislativas. Concierne pues a circunstancias hasta cierto punto, como la hipótesis, pero a diferencia de ella supone un valor universal o abstracto (¿debe aprobarse el aborto?) La ley es una convención común para la ciudad, y la deliberación al respecto se construye con los lugares de la legitimidad, la justicia y la probabilidad.















Un ejemplo: Retórica del vituperio. En nuestras pasadas elecciones el vituperio fue casi el único mecanismo utilizado para deliberar. Lo que marca claramente la ausencia de otros elementos argumentativos, que dan origen a una débil democracia.

viernes, 30 de marzo de 2007

Retórica de la tipografía

Si bien el problema del texto y la lectura ha estado determinado por el imperialismo de la lingüística (en la que difícilmente se habla de la imagen, como no sea de la “imagen acústica”, como en Saussure), lo cierto es que para los millones de usuarios que diariamente confrontan la información escrita, la dimensión visual de los textos -tanto como el soporte material en que aparecen- resulta decisiva para la comprensión de los contenidos y más aún, para su concepción misma.
Por su parte la mayoría de los especialistas en tipografía o diseño editorial parecen desentenderse también de la cuestión al plantear su trabajo casi siempre en términos solamente preceptuales, casi ópticos, dejando intactos los aspectos de la organización del pensamiento y sus relieves como si tales temas les fueran ajenos. Ello se demuestra, por ejemplo, en el privilegio más bien desmedido que se le da a temas como la legibilidad o la composición formal como los únicos tópicos que consideran de su competencia.
Frente a este problema, y saliendo al auxilio del ciudadano así fracturado por las epistemologías, la Retórica planteará trabajar más bien el tema de la tipografía en ese terreno intermedio que ha quedado escindido por esas dos ópticas. Es decir, la Retórica planteará que los aspectos formales de la composición visual de las palabras están estrechamente ligados con los problemas de la gramática, de la redacción y de la dimensión propiamente pragmática del lenguaje, y de hecho postularemos que los sistemas de puntuación o de estructuración de párrafos, sentencias, períodos y oraciones en términos visibles es anterior a los principios que la gramática postularía después (y una condición de su existencia). De hecho, como señala Ellen Lupton (en Design Writing Research, Phaidón, NY, 1996), la puntuación nació de la una fórmula de invención gráfica puesta en marcha por Aristófanes (un bibliotecario de Alejandría) quien luego de leer la Retórica de Aristóteles percibió la importancia de los silencios, las pausas o los períodos en la deliberación oral, y se propuso consignar esas modulaciones de una forma visual dando así un impulso decisivo a la escritura alfabética como se conoce hoy en Occidente.
Tomando este punto de partida, en donde la historia de los signos visuales relacionados con la letra es la historia de la deliberación llevada a la página, diremos que ahí donde el orador debía hacer gestos, movimientos y modular sus ritmos para hacer asequibles los tópicos, la puesta en página realizará una acción equivalente sólo que con elementos tales como las fuentes tipográficas, sus variantes pragmáticas (como la cursiva, las negritas, las versales, las mayúsculas y minúsculas, las capitulares), los signos de puntuación, los espacios e interlineados, las retículas, las columnas y las metáforas de la página. El principio de este enorme corpus, desarrollado ya con infinitos matices a lo largo de los siglos y de las lenguas, ha sido el de metaforizar: los tipos metaforizan un carácter (digamos una personalidad encarnada en las intenciones de los trazos, sus grosores y sus movimientos, de hecho los tipos también pueden ser llamados caracteres, tomado aquí sí en la acepción que ese concepto tiene en el teatro). Baste recordar de nuevo que las primeras letras mayúsculas del alfabeto romano (de las que provienen los patines de las letras “clásicas”) parten de la arquitectura, pues se hacen a semejanza de las columnas (con lo que se logra simbolizar la idea de solidez de lo que se piensa) y más tarde esta metáfora se ha extendido hacia el diseño de las páginas, pues se usan cornisas, columnas o pórticos para componerlas (Ahora mismo yo escribo en una plataforma que se llama Windows, y confío en la luz que arrojan al texto las ventanas que voy colocando, misma cosa que hacen los Portales del Internet). Otras metáforas como la de la retícula representan el sustrato que respalda al pensamiento. Son metáforas subyacentes y en algunos casos se diseñaron retículas para persuadir de que es Dios quien organiza el mundo de lo pensable; otras, como las retículas modernas (geométricas, axiales) le dieron más bien valor a la racionalidad lógica y otras, más contemporáneas, las retículas posmodernas, intentan convencernos de que el universo de nuestras ideas está organizado por el caos o la multicursividad.
Todas estas metáforas actúan para hacer sensible ante la vista el modelo deliberativo en el que se quiere hacer percibir al lenguaje, comenzando por la postulación de los tópicos (como es el caso de los títulos), el énfasis (como es el caso de las Mayúsculas o las cursivas), la dispositio (como es el caso de los interlineados, las columnas o la distribución reticular), la secuencia de los razonamientos (como es el caso de los signos de puntuación) así como la cultura y el carácter del orador (como es el caso del uso de los caracteres). Como señala Alan Robertson en su artículo An emediated rhetoric of visuality:

"En tanto que dispositivo a la vez gráfico y discursivo, estático y dinámico, el diseño de textos abre umbrales estructurales con medios que hacen que los contenidos deriven en secuencias visuales, las cuales dan cauce al razonamiento, clarifican la asociación de conceptos, revelan vínculos que de otra forma no serían advertidos y designan jerarquías visuales para hacer las enfatizaciones adecuadas. Como una acción que sincroniza a mismo tiempo una formalización y una significación, el diseño de tipo-grafías puede mediar entre la paradójica “fisura” que ha sido un problema central para la retórica: la escisión que se ha hecho del concepto original de logos al instaurarse la dicotomía entre forma y contenido."

Es fácil así ver cómo las decisiones formales están asociadas al carácter deliberativo, las mayúsculas para introducir un tópico o para marcar jerarquías, los paréntesis para las digresiones, las cursivas para los énfasis, y así sucesivamente. La puesta en página implica pues una forma visual de lo que antes se conocía como prosodia. Los diseñadores han construido principios de composición para marcar la coherencia en la página de estas intenciones que dan pauta a la organización deliberativa. Por ejemplo los principios de proximidad, alineamiento, repetición o contraste sirven para que las palabras ocupen en la página el lugar que tienen en la distribución mental. Como se ve en el siguiente ejemplo, una distribución donde lo visual metaforiza las jerarquías del razonamiento a través del contraste, el alineamiento y la proximidad, permite una mayor comprensión de lo expresado (véase la información antes y después)

Antes



Después


La Retórica postulará así que la tipografía y su puesta en escena dentro de la página sigue tres principios metafóricos que están directamente relacionados con las condiciones persuasivas. Estos son:
1. Hacer percibir el ethos
2. Hacer dúctil el fluido de la deliberación y
3. Dar relieves a los argumentos para facilitar la comprensión.
Si seguimos estos principios retóricos para comprender a la tipografía y las formas editoriales, veremos como la Retórica está también presente no sólo en los soportes clásicos sino que ella norma también poderosamente el universo de las pantallas digitales y de las hoy llamadas “tecnologías de la información”. La tradición está pues tan presente como en antaño.


Poema tipográfico de Joan Brossa

miércoles, 28 de marzo de 2007

Los géneros de la retórica

Obligada a moldearse por la vida pública, focalizada en las formas de la opinión y construida sobre la necesidad de los hombres de plantear discursos desde el “aquí” y el “ahora” para resolver las “controversias”, la Retórica (a diferencia de la ciencia o de la poética) planteó que sus géneros principales estarían dados por el lugar desde el que el orador habla y por la perspectiva que asume frente a su audiencia para tratar sus acontecimientos. Los géneros de la retórica no se definen pues en términos absolutos sino situacionales, por variables siempre contingentes, y este es un componente decisivo para comprender esta teoría. Siguiendo este razonamiento, Aristóteles elaboró una clasificación acorde tanto con el principio de relatividad (según el punto desde el cual se habla) y con el principio de posibilidad (ya que no versa sobre lo necesario sino sobre lo posible) y de este modo la Retórica quedó compuesta por los géneros judicial, deliberativo y epidíctico.

El género judicial, también llamado forense, tiene lugar cuando el discurso está orientado a juzgar los hechos pasados, es decir hacia el ataque o la defensa de una convicción a partir de acontecimientos que ya han sucedido. Como sabemos, los hechos pasados nunca son por sí mismos nítidos sino que están sujetos a valoración (tal como sucede en el caso de los juzgados, que son el núcleo donde esté género habría nacido) y así, el orador tendrá que elaborar argumentos para sustentar un juicio sobre lo acontecido. Según Aristóteles los tópicos que son adecuados para éste género son el de lo justo y lo injusto, lo correcto y lo equivocado, ya que es sobre su eje que se establece toda argumentación de este tipo. Una simple invocación de hechos (por ejemplo si se dice “esta foto muestra el momento en que una mano inyecta votos a una urna”) aunque esté escrita en presente, abona a la idea negativa que se hace de los hechos pasados para demostrar la conclusión que se persigue, con base en los acuerdos de lo que es justo o lo que no lo es, (por ejemplo si suponemos que el fraude es ilegal). En la siguiente imagen hemos buscado un ejemplo. Si normalmente se habla de la conquista de América como una proeza histórica, como un “encuentro de culturas”, el cartel, usando la ironía, refuta esa historia y propone analizar tales acontecimientos más bien como una agresión. Tendríamos así una forma de deliberación para juzgar el pasado: El género deliberativo pertenece en cambio más al terreno de la discusión política, y versa sobre el futuro, sobre lo que es conveniente o no hacer. Este género moldea la oratoria típica de los congresos y legislaturas de Estado, pero puede proyectarse, como en el caso anterior, a otros usos civiles. Centrado en la necesidad de hacer mirar las ventajas de pensar o actuar de cierta manera para alcanzar algún objetivo (que se considera o no mejor para el bien común) sus lugares son, según Aristóteles, lo deseable y lo indeseable, lo ventajoso y lo inconveniente, lo preferible en suma. Cuando alguien dice “este proyecto es bueno pero nos tardaremos años en realizarlo” está recurriendo a esos lugares. En la imagen que sigue hemos querido mostrar un ejemplo más. El calentamiento global se representa (mediante una metonimia causa-efecto a través de las prendas) en una secuencia progresiva que demuestra el cambio paulatino que el clima ha tenido en los últimos tiempos, y obliga así a reflexionar sobre el futuro o sobre las acciones que tenemos que tomar para que ese futuro exista:
El género epidíctico por su parte versa sobre el presente. También llamado “demostrativo” es el discurso que apela al público a atender y mirar lo que sucede en el aquí y el ahora. Las exequias fúnebres fueron en la antigüedad una de las ocasiones típicas para la oratoria epidíctica, pero hoy podemos verla extendida a todo tipo de prácticas de la comunicación. Por ejemplo los logotipos tienen como fin mostrar “esta corporación es elegante”, o la portada de un libro puede ser vista como “este libro es clásico”. Estaríamos así ante el género epidíctico, que apela a la fórmula “x es y”, ocasión también para múltiples metáforas que difunden un ethos. Aristóteles hablaba de que los tópicos del género epidíctico son la virtud, la nobleza, la belleza, etcétera, y puede abarcar también los tópicos de la alabanza o la culpa. Cuando mirando un mostrador decimos “ese es mi artículo” es porque el discurso ha orientado la epideixis de una forma adecuada hacia nuestras expectativas. En el cartel que vemos a continuación se anuncia un concierto de música, pero la imagen utiliza el tópico del mundo al revés, lo que quiere hacernos decir que se trata de una música que quizá sea clara, natural, fresca, pero no convencional. He ahí pues un discurso epidíctico, con sus pretensiones de validez hechas a partir de la composición:

viernes, 23 de marzo de 2007

Tópica, arquitectura y literatura

Uno de los conceptos centrales con los que Aristóteles construyó su Retórica es el concepto de Tópica. La Tópica es el conjunto de los lugares a los que recurre el pensamiento para formar argumentos, lo que implicaría de entrada entender que el razonamiento tiene una dimensión espacio-temporal. Técnicamente podríamos decir entonces que el objeto de estudio de la Retórica son los “lugares de pensamiento”, al menos en lo que llamamos Invención (primera de las partes de la retórica) que no es otra cosa que la búsqueda de los tópicos que son adecuados a cada situación para persuadir. Nosotros, en el diseño gráfico, hemos estudiado cómo, por ejemplo, cuando pedimos a los estudiantes que hagan un cartel para un evento de jazz, la mayoría recurre a la figura del saxofón, o cada vez que se hace una cartel para difundir el hábito de la lectura se recurre a la idea de las “aves que salen de un libro abierto”, como metáfora de lo que la imaginación es, para hablar de la lectura (tal expresión es por tanto una metonimia). En estos casos no es que los fenómenos estén aprehendidos irrevocablemente en tales imágenes, sino que más bien se ha recurrido a la “enciclopedia común” (la tópica) para realizar (o a aspirar a realizar) cierta comunicación. Esos “lugares de pensamiento”, por ser compartidos por una colectividad como sitios a los que normalmente se recurre para pensar, fueron entonces llamados lugares comunes. Aristóteles hizo un primer intento de clasificación de estos, y la Retórica constantemente ha afinado esta clasificación. Normalmente la noción de lugar común tiene en nuestro tiempo una connotación peyorativa, pues se considera que el pensamiento que recurre a tales lugares es pobre y redundante. Pero para los griegos no es este el sentido que tal noción quiere tener: en principio, porque la cultura está formada por tópicos de los que es indispensable tener un buen depósito en la memoria para poder pensar, incluso es condición para la innovación. Aristóteles a su vez habla de que existen lugares propios y lugares nuevos. Lugares propios son los tópicos de un campo especializado (es decir que tiene lugares propios para argumentar) mientras que los lugares nuevos son las nuevas colocaciones mentales que se requieren para la asimilación de nuevas situaciones. Pero en todos los casos existe una interdependencia con lo lugares comunes, pues el lenguaje siempre actúa en función de las creencias, los pensamientos y las acciones de una colectividad. Buena parte del discernimiento que se requiere para eliminar la ambigüedad, la falacia y el malentendido depende del manejo de los lugares comunes. Tal cosa se ha podido comprobar por ejemplo en la invención tecnológica de las computadoras, que manejan algoritmos matemáticos muy complejos para funcionar pero los cuales pueden ser domesticados a favor de los usuarios a partir de que sus trayectorias son hechas íconos evidentes (o interfaces) gracias a los lugares comunes: sabemos qué es un clip, un archivo, un basurero, un lápiz, una lupa; y operando con estos lugares (tomados casi siempre de tópica de las oficinas) es que podemos entender a la máquina.
Vemos así también la enorme relación que se puede establecer entre la palabra y la imagen, o entre el razonamiento y el diseño, a través del concepto de tópico como “lugar de pensamiento” o como “colocación mental”, pues toda perspectiva sobre cualquier tema depende del lugar desde el que se le aprecia (y por definición los hombres son sujetos que varían de lugares, pues su condición es la indeterminación). Sin embargo hay un hecho interesante: la noción misma de tópica es metafórica, está tomada de la arquitectura, y esta condición no es gratuita, pues recordamos las cosas por el lugar que ocupan en el espacio, o dicho de otra forma, sólo podemos pensar en lo que aparece, lo que se manifiesta, y de ahí la enorme importancia que la retórica concede a lo epidíctico (lo que manifiesta su ser en una presencia específica) para persuadir. Las reglas mismas de la polis dependen de la lógica de “las presencias”, la “plasticidad de las nociones”, la “elocuencia de las formas”. Los lugares son pues políticos.
Ejemplos que siempre me han parecido cruciales en la retórica del diseño es el estudio de los lugares desde los que se emprenden las acciones cotidianas y que contienen una falacia, ya que éstos terminan por generar diseños que a la postre generan problemas para la polis. Un caso es el de las rampas para los discapacitados en los espacios públicos, que durante siglos no fueron consideradas, después fueron consideradas de forma insuficiente, hasta que un día visité un teatro donde se habían reorganizado totalmente los lugares de pensamiento y el arquitecto había colocado una rampa en forma de caracol en el centro de la entrada (la forma más llamativa de la portada del edificio) y las escaleras para personas sin silla de ruedas corrían por las laterales. Era un teatro donde la idea de “ser iguales” implicaba no ofrecer ayuda sino generar mayores derechos a los discapacitados. La arquitectura como todas las formas epidícticas manifiesta acuerdos sociales tácitos, y podríamos pensar la ciudad retóricamente como el conjunto de los emplazamientos que consignan en el espacio los lugares desde los que debemos proceder y comportarnos: El estudio de estos mecanismos retóricos bien merece una investigación propia: analizar los lugares de pensamiento desde los que procede lo construido y comprender cuáles son sus consecuencias para la acción, he ahí también un proyecto para la arquitectura y el diseño.
Y para mejor alimentar este trabajo, el trabajo de invención y de proyectación, se ha formulado a su vez la posibilidad de un nuevo procedimiento: generar arquitectura a partir de la literatura. Si consideramos que un relato es una arquitectura, que organiza la experiencia conforme a los lugares que pone en juego dentro del “convenio de lectura”, qué mejor arquitectura que aquélla que hiciera posible habitar físicamente los argumentos formulados en Juan Rulfo, Pablo Neruda, Jorge Luis Borges o João Guimarães Rosa. Pensemos sobre todo que estos escritores incursionaron en la tópica literaria de sus culturas y generaron nuevos lugares para reorganizar nuestro lugar en el mundo. ¿no es posible generar las metáforas arquitectónicas capaces de especializar la experiencia de su lectura en nuestros infaustos espacios latinoamericanos? He ahí un reto mayor para nuestra tópica y para nuestra retórica arquitectónica y diseñística: enseñar a actuar conforme a los modelos de pensamiento literario que más profundamente han penetrado nuestra condición.
Este proyecto ha sido asumido, al menos como inicio, por tres interesados en el diseño, la arquitectura y la literatura, que en conjunto asumirán las miradas desde Brasil, Chile y México: Luis Antonio Jorge, Alicia Paz y un servidor, esperando que se sume también Lyara Apostólico (desde Brasilia) en la ardua tarea de emprender también, junto con nosotros, la “arquitectura de un sitio web” con el pensamiento de Guimarães Rosa. Y es que, parafreasando al autor del Grande Sertão: Veredas, (y cambiando la palabra literatura por arquitectura) podríamos decir:

A língua (a arquitetura) portuguesa (e latinoamericana), aqui no Brasil (México o Chile) , está uma vergonha e uma miséria. Está descalça e despenteada;.... É preciso distendê-la, destorcê-la, obrigá-la a fazer ginástica, desenvolver-lhe músculos. Dar-lhe precisão, exatidão, agudeza, plasticidade, calado, motores. E é preciso refundi-la no tacho, mexendo muitas horas. ... A nossa literatura (arquitectura o diseño), com poucas exceções, é um valor negativo, um cocô de cachorro no tapete de um salão. Naturalmente palavrosos, piegas, sem imaginação criadora, imitadores, ocos, incultos, apressados, preguiçosos, vaidosos, pacientes, não cuidamos da exatidão...... Quem pode, deve preparar-se, armar-se, e lutar contra esse estado de coisas. É uma revolução branca, uma série de golpes de estado.
Carta de Guimarães Rosa a Vicente Guimarães, 11 de mayo, 1947


Traducción:
“La lengua portuguesa, aquí en Brasil (la arquitectura latinoamericana), está hecha una vergüenza y una miseria. Está descalza y despeinada… Es preciso distenderla, destorcerla, obligarla a hacer gimnasia, desarrollare músculos. Darle precisión, exactitud, agudeza, plasticidad, relieve, motores. Es preciso refundirla en el cazo, meneando muchas horas…Nuestra literatura (nuestra arquitectura), con pocas excepciones, es un valor negativo, una cabeza de cachorro en el tapete de un gran salón. Naturalmente habladores, sentimentales, sin imaginación creadora, imitadores, huecos, incultos, apresados, prejuiciosos, vanos, impacientes, no cuidamos de la exactitud…quien pueda, debe prepararse, armarse, y luchar contra ese estado de cosas. Es una revolución blanca, una serie de golpes de estado”

João Guimarães Rosa

martes, 20 de marzo de 2007

Retórica del paisaje

Uno de los libros donde mejor se puede aprender el poder que la Retórica ha tenido para moldear el discurso en la cultura occidental, dando forma a sus productos más refinados (como la literatura o la pintura) es el de Ernst Robert Curtius, Literatura Europea y Edad Media Latina (México, Fondo de Cultura Económica, 1975) Este libro documenta con claridad y erudición cómo desde la temprana Edad Media fue gestándose en la literatura europea una Tópica muy específica para crear argumentos narrativos cuyo alcance es mayúsculo, pues define las fórmulas sobre las que fueron ejecutadas las obras de autores clásicos de los últimos dos milenios. Curtius sostiene por ello que la Retórica ha sido uno de los pilares más sólidos de la cultura occidental, ya que ella ha establecido los lugares de la imaginación con los que el mundo europeo ha alcanzado una cohesión formidable que llega por supuesto hasta nuestros días.
El libro de Curtius es entonces una colección de lugares del discurso que han tenido una larga influencia cultural, como es el caso de la tópica de la falsa modestia, del mundo al revés, del héroe, de las musas, la tópica de lo indecible, del paisaje ideal así como varios tipos de metáforas que actúan sistemáticamente.
Uno de los tópicos clásicos es el del paisaje, escena que suministra un escenario ideal para la vida y el cuál ha sido convocado en diversos discursos. Según Curtius una fórmula fija del paisaje, que fuera invención de la poesía bucólica temprana, es el “paraje ameno” (locus amoenus) . El paraje ameno es parte de los esquemas de la tópica panegírica, que sirve para establecer el ámbito del hombre ideal, en especial el ámbito de la poesía. Sus componentes son muy específicos y aparecen en los diccionarios de retórica antigua, a los cuales recurrían los escritores para descubrir sus fórmulas de imaginación: tiene que ser “un paisaje placentero, con su árbol, su fuente, su prado; el bosque poblado de diversas especies de árboles, la alfombra florida” Tiene que tener “ante todo sombra, además una fuente o un arroyo que refresquen, y además una alfombra de césped en qué sentarse”. En el paraje ameno tiene que realizarse una actividad placentera, una actividad libre, no lucrativa, lejos de la ciudad, como filosofar, tocar música, descansar, escribir. Es un tópico bien establecido. “Escribir poesía bajo un árbol, en el prado y junto a una fuente, será en la época helenística un motivo poético. Para escribir de este modo hace falta un marco sociológico, esto es, un oficio que exija la vida al aire libre o en el campo, lejos de la ciudad”.
En este escenario florece también la vida pastoril como un ideal. El pastor “disfruta del ocio en abundancia, su dios protector es Pan, el genio de los rebaños, el inventor de la flauta pastoril…”
Este paraje ameno es invocado siempre que se trata de atemperar el ánimo invocando a la naturaleza. Virgilio coloca a Eneas en un paraje ameno después de que sufre un naufragio, el héroe será después el fundador de Roma. La invocación a la naturaleza parece ser noble, pura, diamantina, sin embrago, como dice Curtius, “no se trata aquí de un sentimiento de la naturaleza –concepto, por cierto, poco aclarado- sino de técnica literaria.” Tales paisajes no provinieron nunca de la observación, sino de la invención poética, y no es curioso que durante el Renacimiento, cuando es necesario dar volumen visual a la figura de Jesucristo (cuya difusión ecuménica-visual es en gran medida un producto de la aplicación de los tópicos de la retórica a la cristiandad) éste apareciera en el lecho de su nacimiento justo en un “paraje ameno”, es decir, en un ámbito pastoril, en medio de una fuente de agua, con una floresta en rededor, todo lo cual produce un efecto de naturalización y de humildad ideal que fueron necesarios para generar las motivaciones necesarias para creer en los preceptos de la religión.
Tópicos como este demuestran incluso hasta qué punto la cristiandad dependió de la Retórica antigua, al punto de que podemos decir que la cultura occidental sólo nace cuando la tradición cristiana y la tradición helénica se fecundan entre sí. El paraje ideal, una vez establecido como tópico retórico-literario bien preciso, estaba presente (más que la observación en sí) en el surgimiento de la pintura del paisaje que surge en el renacimiento, la cual más que representar “la realidad” crea el ideal literario en el cuadro. El cuadro debe parecerse más al tópico que la escena ante la vista (pues la escena difícilmente coincide con ese ideal) y por ello decimos que tales paisajes son “pintorescos”, pues atienden sobre todo a la tópica establecida, al estatus que como discurso deben alcanzar. Veamos en las imágenes anexas la consistencia del tópico en los cuadros que iniciaron la pintura del paisaje en los siglos XV y hasta el XIX en las obras de Salomon van Ruysdael, Poussin, Aelbert Cuyp, Berend Cornelis, Claude Lorrain o Rembrandt.
Incluso hay ocasiones en las que vemos los pueblos o las escenas del campo en términos de ese ideal, y sobra decir que ese tópico persiste en tarjetas postales, calendarios (y quién no ha visto convocado ese motivo apelando a su efecto tranquilizador dentro de la sala de espera de un dentista dentro de un edificio de la ciudad, por ejemplo), en el escenario que se traza para los pueblos que son pobres pero humildes –y la fascinación que ello genera, como es el caso de México- y no es curioso tampoco que de la aplicación ya madura del tópico (lo que implica un proceso histórico de asimilación) haya surgido el despunte de la pintura propiamente mexicana, como sucede en los cuadros de José María Velasco, en el que vemos el tópico del paraje ameno aplicado ya de forma plásticamente relevante a la geografía del país. Podríamos decir que la fundación de la idea de nación nuestra, sobre todo a través de sus manifestaciones artísticas, es producto también de la retórica antigua, de la poesía bucólica del sigo III A-C. Sorprendente poder éste de la retórica:

La caza. José María Velasco

lunes, 19 de marzo de 2007

La Retórica y la educación en las artes liberales

Hace unos días, por vía del mail internacional, varios académicos recibimos un libro editado por la UNESCO donde se plantea la profunda crisis que vive la educación mundial en los últimos años. A pesar de los esfuerzos por desarrollar a la educación como un medio estratégico para resolver los problemas de los diferentes países del orbe, la burocracia, la simulación y varias formas de corrupción dentro y fuera de los centros de estudio se han apoderado de la hoy devaluada “vida académica”. El libro se llama Corrupt schools, corrupt universities: what can be done? y los autores son Jacques Hallak y Muriel Poisson. La edición es del International Institute for educational planning,. París, Unesco, 2007. En sus páginas se plantea claramente que “La educación es un recurso en peligro. Planeadores y estudiantes que participan en el desarrollo educativo nos han hablado de ello desde hace tiempo. La calidad es a menudo baja, la eficiencia fracasa, la relevancia es cuestionable y el despilfarro bastante significativo, mientras que los objetivos y logros son muy poco claros”. Al parecer, la debilidad organizativa, e incluso la corrupción abierta, abarca fenómenos como la poca transparencia en la toma de decisiones, e incide en prácticas como la aprobación de programas, las asignaciones presupuestales, los convenios tácitos entre directores de tesis y los estudiantes, las políticas editoriales, las formas de escritura por conveniencia, las evaluaciones y acreditaciones de los centros de estudios, la designación de los puestos de mando, etcétera.
Si a ello se suma la crisis de los paradigmas teóricos, y la propia crisis económica y ambiental que abarca al mundo, no parecerá extraño que la pauperización de las prácticas educativas sea hoy una fisura abierta a los ojos de todos. Y es este escenario lo que plantea la necesidad de reactivar el viejo modelo de la enseñanza a través de las llamadas artes liberales.
La educación a través de las artes liberales, incluida por supuesto la Retórica, supone la formación de un individuo capaz de mirar los problemas no en su dimensión aislada sino en conjunción con el todo. Las artes liberales refieren a los estudios que se realizan en colegios y universidades y donde se intenta dar un conocimiento general y desarrollar las capacidades intelectuales de los estudiantes, de modo que éstos pueden desarrollarse con facilidad en todo tipo de trabajos en vez de estar preparados sólo para una actividad particular. Es por ello que quienes se forman en este modelo resultan ser altamente productivos en todo tipo de instituciones, empresas, o como auto-gestores de su propio desarrollo. La formación liberal desarrolla la capacidad de escuchar, de aprender que existen otros mundos, otras culturas, otras opiniones; así mismo faculta para leer adecuadamente, para dominar la herramienta de la escritura y la deliberación oral. Desarrolla la capacidad crítica y el pensamiento inventivo, así como la habilidad para el razonamiento lógico-matemático y la capacidad argumentativa, así mismo faculta al estudiante como un buen buscador de información y como un agente capaz de resolver problemas en equipo. Esta formación es necesaria ante una sociedad donde los problemas son rápidamente cambiantes y donde se requiere una constante capacidad de mover los distintos lugares de pensamiento desde los que se aprenden las situaciones naturales y humanas. Las artes liberales convierten a las teorías en herramientas prácticas para la acción, y dan ocasión de explicar el amplio rango de los fenómenos en toda su complejidad.
El termino liberal hace alusión a “el hombre libre, que piensa por sí mismo”, y las artes liberales son lo opuesto a las llamadas artes serviles, aquéllas que sólo exigen la memorización o la imitación. En la historia de la educación, las artes liberales estaban constituidas por el trivium y el quadrivium: el trivium comprende la Gramática, la Dialéctica (la Lógica) y la Retórica, y el quadrivium comprende la aritmética, la música, la geometría y la astronomía. Estas artes daban cuerpo a la estructura curricular de las universidades medievales y renacentistas, pero su estructura provenía de la Paideia griega y romana, donde tales artes fueron instituidas.
La formación del hombre a través de las artes liberales implica una clara inserción de los conocimientos dentro de las Humanidades, es decir, las disciplinas que nos enseñan a comprender los conocimientos dentro de la esfera de las situaciones humanas, es decir dentro de la polis y la vida democrática, lo que incluye a la ciencia, la literatura, las ciencias sociales, las ciencias políticas. Por ello pueden dar cause a la formación de escritores, abogados, teólogos, periodistas, diseñadores, biólogos, geólogos, músicos, químicos, ingenieros, pedagogos, etcétera. No debemos confundir la “formación humanística” con la benevolencia humanitaria. Lo humanístico implica comprender al hombre en sus dimensiones contradictorias e indeterminadas, hallando los argumentos que son posibles dentro de cada caso para lograr una solución plausible, no definitiva, sino legítima políticamente. Este es, a fin de cuentas, el punto de partida de la Retórica como una disciplina de la deliberación humana para situaciones cambiantes.
Es quizá posible que la crisis educativa señalada por Hallak y Poisson nos lleven en un corto tiempo a volver a mirar a las artes liberales como un sustento para enfrentar el gigantesco desastre natural y cultural en que nuestra civilización “especializada”y “tecnologizada” nos ha colocado.

Las site artes liberales. Herrad von Landsberg, Hortus Delicarium, año 1180

sábado, 17 de marzo de 2007

Los cánones de la retórica en la era digital

Los actuales estudios sobre la comunicación en la era digital parecen tener razón cuando señalan que lejos de inagurar una nueva forma de lectura que rompe con todos los cánones de la oralidad, la escritura y la argumentación occidental tradicional, el hipertexto y la comunicación multimedia no sólo confirman sino profundizan los cánones de la antigua Retórica para la deliberación pública. Así lo señalan por ejemplo Kevin Hunt, Janice Walker o Richard Lanham, quienes señalan que las partes tradicionales de la Retórica se adaptan a nuevas circunstancias tecnológicas que modifican sustancialmente las herramientas de lectura pero mantienen como premisa a la necesidad persuasiva, la necesidad de una tópica para descubrir argumentos, la urgencia de siempre irrenunciable de la elocuenca, el uso de los exemplum, así como nuevas formas de dispositio, de actio y de memoria que son hoy familiares para los internautas. Incluso podríamos decir que la existencia de la Web nos ha llevado a un tipo de nueva oralidad retórica (como señala Walter Ong) y de regreso a la la posesión de Lugares Comunes para toda colectividad, ya que las páginas web dejan de ser contenidos "de autor" y se convierten en "lugares a los que todo mundo puede recurrir", que es como funcionabla la retórica originalmente. Quizá podamos decir que la dispositio, en cuanto que ya el hipertexto no sigue una forma lineal de lectura, se ha reacomodado y en vez de que hablemos hoy de exordio-narratio-argumentatio-epílogo, como decía el canon clásico, hoy debamos recurrir a un orden así: el "Portal (home), la Búsqueda, la Navegación y el Guardado, que sería la nueva dispositio en la era digital, pero las otras partes de la retórica mantienen su vigencia. Veamos el siguiente (y breve) ensayo visual para darnos cuenta de lo que estamos hablando:
Las partes de la Retórica
Intelectio








Inventio


Lugares comunes














Dispositio


Elocutio

Actio



Memoria

El logos visual

Una de las cosas que aprendimos a analizar sistemáticamente con el libro de Román Esqueda, El juego del Diseño (Encuadre/Designio, México, 2000), es que la invención de los símbolos de identidad es una actividad eminentemente retórica cuyas decisiones de lenguaje siempre parten de las tres figuras clásicas de la retórica: la metonimia, la sinécdoque y la metáfora. En esta era contemporánea, donde las marcas, instituciones y empresas han saturado nuestros espacios de logotipos, mostrando cómo el logos actual es un logos visual, encontrar a la antigua retórica funcionando así a plenitud no sorprende ya que las figuras son exactamente eso, instrumentos para resolver la unión entre idea y expresión, para hacer evidentes los núcleos de la actividad colectiva. Cada vez que un diseñador realiza un logotipo la agencia parte de conceptos que tienen una forma lingüística (los conceptos que definen las cualidades de la institución), y luego transporta estos conceptos a las posibles formas de maniferstarlos visualmente, recurriendo en ello a las figuras. De este modo, el logotipo apela a una racionalidad conceptual (la relación de ideas debe ser pertinente para las creencias públicas -por ejemplo se apela a valores que sean considerados positivos), se apela a la personalidad de la institución (su oficio, su tono, su carácter) y por otra parte se intenta resolver esta “imagen de identidad” de una forma eficiente, transportable, memorizable, fácil de leer, es decir, de una forma dúctil y cromática. Román Esqueda, siguiendo la definición de figuras del Grupo Mu, sostiene que cada uno de los conceptos linguísticos que van a trabajarse, recorrerá alguno de los siguientes caminos: Es decir, se representará el concepto por sinécdoques materiales y conceptuales, generalizantes y particularizantes (la construcción por los ladrillos, la escuela por el pupitre, etc), o bien por metonimia causa por efecto, instrumento por usuario, contenedor por contenido, forma por objeto (el libro por la sabiduría, el grosor de la letra por la solidez, etc), o bien se recurrirá a metáforas: asociaciones de una idea con otra donde las posibilidades de comparación están siempre abiertas y “en línea” a condición de que se mantenga la verosimilitud (el pelícano por el almacén, por ejemplo). El cuadro anterior da cuenta de las posibilidades de recorridos interpretativos, el diseñador siempre parte del centro para cada concepto y se desplaza por los ejes según sus necesidades.
La retórica de la identidad tiene estas técnicas, ineludibles. Aunque a veces los diseñadores recurren a ellas por intuición, están siempre presentes. Veamos lo anterior en el relato que Eduardo Sánchez hace de la elaboración de un logotipo hecho recientemente para favorecer el comercio y el turismo en Argentina:
Análisis Simbólico
"Las formas ondeadas transmiten dinamismo, cambio, transformación y le confieren calidez al diseño, mediante la referencia a una forma orgánica (onda).Toda la energía disponible para la vida es posible por la radiación solar, esta si bien nos llega en distintas longitudes y frecuencias, lo hace con una constante: en forma de ondas electromagnéticas, pasando a ser esta forma patrimonio de lo viviente.También se manifiesta en el ADN, que permite que la información (código genético único) se transmita de una generación a la siguiente.
Las cintas elementos que desde la albores de la humanidad se han utilizado para rituales de celebración. Por ejemplo: la llegada de la primavera, como metáfora de la vida, expresando en un eterno renacer cíclico el triunfo de la vida. Usado como identificación, habla de pertenecer al grupo de los soñadores de esperanzas en la batalla por causas nobles.
El número tres, sagrado para la mayoría de la religiones, combina los números uno y dos, de forma que comprende toda la vida y la experiencia.Comprender lo Humano sólo es posible integrando el ser físico, biológico y cultural. Es también nacimiento, existencia y muerte; mente, cuerpo y alma; pasado presente y futuro; hombre, mujer y niño.Igualmente el “OM” la sílaba sagrada, que se expresa por el sonido A-U-M, es la sílaba eterna madre de todas las palabras; contiene el pasado, el presente y el futuro y se representa con tres cintas unidas.El símbolo de Cristo se nos presenta como tres peces entrelazados representando El Trébol de la Trinidad: El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Los colores: azul, celeste remiten a nuestros colores patrios y la camiseta de nuestra selección de fútbol. El gris (color neutro) está asociado con modernidad, elegancia, innovación y tecnología.
Su origen común y su diversificación transmiten unidad en la diversidad. El “uno” simboliza la unidad, el “dos” la dualidad, el “tres” expresa la unidad en la diversidad. Se trasciende la polaridad.
Su estilo minimalista y abstracto transmite modernidad y juventud.
Cómo síntesis creo que transmite una narrativa simbólica de fuerte mensaje y notable diferenciación. Es energía potencial, energía para el desarrollo, para el aprovechamiento de oportunidades y para la construcción de realidad futura para todos los habitantes del mundo."


Es decir, la retórica es una condición a la que se recurre con técnica o sin técnica (por intuición), pero ella moldea las decisiones de diseño.
Norberto Chaves ha debido por ello recurrir a conceptos de retórica para hablar de las cualidades que una imagen de marca o un logotipo deben tener para persuadir a los usuarios. Para él las cualidades deben ser calidad gráfica genérica, ajuste tipológico, corrección estilística, compatibilidad semántica, suficiencia, versatilidad, vigencia, reproductiblidad, legibilidad, inteligibilidad, pregnancia, vocatividad, singularidad y declinabilidad. Es decir, como si siguiéramos a Aristóteles, se piensa que el logotipo debe tener un impacto, facilitar la lectura, tener el modo adecuado, ser pertinente lingüísticamente, transportar un ethos claramente, usar tópicos vigentes, poderse reproducir en varias condiciones, ganar presencia, facilitar la memoria y ser singular. Es sin duda una de las retóricas más codificadas de nuestro tiempo, debido al alto rendimiento económico que deben tener estos poemas comerciales de nuestro tiempo.

Logotipo de Mercedes Benz, una de las marcas más simples, singulares y eficientes del siglo XX, aunque sus metáforas provienen de la época en las que la compañía fabricaba motores para aviones, barcos y autos (de donde provienen las tres direcciones de esta "hélice") hoy día su sencillez y elegancia facilita su reproductibilidad en múltiples condiciones sin perder su carácter de alta tecnología alemana.

domingo, 11 de marzo de 2007

Ductus y Color

"A él le hubiera gustado ser ciego, lo mejor que hay para
filosofar y no para ver, hora tras hora, esos objetos que
lo hubieran distraído de aquéllos otros que, raros y ocultos,
su excelente meditación formaba. No tuve la
audacia de culparlo como un gran filósofo, pero nunca
intenté imitiralo tampoco "
León Battista Alberti
Justo como sucede en una partitura musical, donde la tónica (o nota principal) establece el modo, hace nacer la armonía e inicia el tema, la enseñanza retórica confiere una gran importancia al fluir del discurso y a sus silencios, sus matices, sus énfasis y sus imágenes, ya que a través de la armonización de estas cualidades el desarrollo de un argumento puede ser claramente percibido y disfrutado por los lectores. De esta convicción surgen en la Retórica antigua los conceptos de Ductus y Color, como dos elementos que son vitales para la constitución del discurso. Ductus hace referencia al fluir del discurso, al ritmo que se le imprime a una palabra o a un trazo (en pintura) en función de los efectos que se desea producir en la audiencia. En el discurso verbal y escrito el ductus es el cálculo que hacemos de la percepción que tendrá el lector para decidir a partir de ahí cuál será recorrido por las palabras, cuál la extensión de sus períodos, cuál el peso de sus pausas, silencios, énfasis y digresiones, así como también el ritmo, volumen y cadencia que tomará la voz. El propósito es hacer dúctiles las ideas, es decir, permitir que fluyan de forma adecuada en la mente de la audiencia. Igual que como pasa en la física, donde hay unos elementos que son más dúctiles que otros, sabemos que hay discursos que se adaptan mejor a los fines de la argumentación por el tratamiento del ductus, que será por tanto una consideración específica del auditorio.
Una parte importante en el arte de hacer dúctil una argumentación es el color. El color no es una cualidad que sólo esté presente en las imágenes, sino que desde la antigüedad se habla de que su eficacia está presente tanto en la pintura como en la oratoria. Las palabras tienen color. A ello se refería Aristóteles cuando decía que la Retórica se ocupa también de las cualidades de representación que tendrán las ideas, en la cual las figuras funcionan como imágenes, con toda la carga de su coloración. La Retórica romana es la que hace un uso profuso de la metáfora del color para hablar de las estrategias de comunicación en el arte oratoria tanto en la expresión de lo sublime (por el uso de las figuras) como para la eficacia persuasiva de los argumentos. Cicerón habla de las flores de la retórica para referirse al talante del discurso, pues los oradores usan las figuras como del mismo modo en que los pintores se sirven de los colores. La Retórica para Herenio plantea también que las figuras que se dispersan en el discurso son como los colores que dan relieve a las ideas que representan, mientras que Séneca y Quintiliano señalan que los colores son modos peculiares de describir una acción, discutir un asunto o defender una causa, y establecen la armonía global de un discurso, son la causa de que éste adquiera una “coloración integal”. Chaim Perelman a su vez retoma esta tradición y habla de “la plasticidad de las nociones”, pues el tono de las palabras establece ya la perspectiva que asumimos frente a un asunto. Así, tiene sentido también la afirmación de Jacqueline Lichtenstein respecto a que escribir es semejante a pintar, pues ambas actividades dibujan en la mente las ideas con colores. Lichtenstein habla desde la óptica que vincula a la escritura con la pintura a través de la Retórica, contraviniendo a la costumbre que separa estas actividades como opuestas. Y uno de sus elementos de análisis es justamente la noción de color: mientras la “la retórica aspira a controlar la elocuencia dentro de un discurso regulado, la pintura lo hace para inscribir las reglas del discurso dentro de sus imágenes. Una intenta limitar el lugar del cuerpo insistiendo en figuras del habla y del pensamiento (que nada tienen que ver con un mero artificio estilístico); la otra trata de reducir la importancia de la dimensión específicamente visible de la pintura, sus colores y sus materiales, favoreciendo las cualidades más abstractas de su concepción y su dibujo” (Jacqueline Lichtenstein, The Eloquence of Color: Rhetoric and Painting in the Fench Classical Age, Berkeley, Los Angeles, Oxford: University of California Press, 1993, pp. 6-7)

Un ejemplo:
Además de los muchos escritos que podemos invocar para observar el funcionamiento del Ductus y el Color como instancias decisivas de la composición, un buen ejemplo lo tenemos en la arquitectura de Luis Barragán, ya que estos dos conceptos son escenciales en sus construcciones. Barragán planea los espacios, volúmenes y recorridos con el fin de generar una tersa y significativa navegación de los usuarios, en donde la transición entre los elementos naturales (como la luz o las plantas) y los artificiales es siempre dúctil, y en cuyas disposiciones geométricas se recurre reiteradaente al abundante uso de los colores mexicanos (tópica que ha tomado de los pueblos rurales y de los usos cromáticos de los albañiles humildes). Las obras de Barragán generan además ritmos lentos; sus obras tienen pausas, matices, digresiones, descansos y silencios para favorecer mejor la comprensión de los temas. Gran retórico de las edificaciones, Barragán es una excelente manera de ilustrar los dos conceptos que nos ocupan:

Casa de Luis Barragán, 1948. Sus disposiciones fueron construidas con los elementos que esperaríamos también de un discurso escrito: orden, fluidez, alternancia de materiales distintos, colores variados y definidos, profundidad... y con ventanas que favorecen el paso de la luz....

martes, 6 de marzo de 2007

Definiciones de la Retórica

Aristóteles: La Retórica es “la facultad de descubrir en cada caso particular los medios que son adecuados para la persuasión”

Francis Bacon (1561-1626): “La Retórica es la aplicación de la razón a la imaginación para movilizar mejor a la voluntad”

A. Richards: “La Retórica es el estudio de los malentendidos y sus remedios”

Erika Lindemeann: “La Retórica es una forma de razonamiento sobre las probabilidades, basado en los acuerdos que la gente comparte en tanto que miembros de una comunidad"

Francis Christensen: “La Gramática postula el mapa sobre lo posible; la Retórica da cuerpo a lo posible asentándolo sobre lo deseable o lo efectivo. La cuestión clave de la retórica es cómo saber qué es lo deseable o preferible”

Sonja and Karen Foss: “La Retórica es el desempeño que tienen los principios humanos cuando se utilizan símbolos para comunicarse con el Otro…”

Boecio: “La Retórica trata con los discursos que a su vez dependen de la construcción de hipótesis, esto es, cuestiones que están rodeadas de una gran cantidad de determinaciones dadas en el tiempo y en el espacio, y con lo cual se comprende que, en todo momento donde se pone en marcha una tesis, es por que ésta encuentra una conexión con esas hipótesis. Las determinaciones son: Quién?, Qué?, Dónde?, Con ayuda de quien? Porqué?, De qué manera? En qué momento?”

Kenneth Burke: “Lo que fundamentalmente concierne a la Retórica es la manipulación de las creencias humanas para fines políticos… la función básica de la Retórica es el uso que los agentes hacen de las palabras para producir actitudes o para inducir a ciertas acciones a otros agentes humanos”

Lloyd Bitzer: “En suma, la Retórica es el modo de alterar la realidad no a través de la aplicación directa de energía a los objetos, sino mediante la creación de un discurso que puede cambiar la realidad a través de la mediación del pensamiento y la acción”

Anónimo del siglo XV: "La Retórica es la ciencia que refresca el hambre, que hace que el mudo hable, que el ciego vea, y que nos permite evitar que cometamos cualquier ineptitud con nuestra lengua"

Mark Backman: “La Retórica trata con las estructuras artificiales de la realidad cuya compleja composición constituye lo que llamamos cultura. Somos injustos al definirla sólo como comunicación… la Retórica es en sí misma un arte estructurante. Como arte de la persuasión, sus materiales son palabras e imágenes, sentencias y párrafos, argumentos y ejemplos, todos los cuales son utilizados para organizar las respuestas y las acciones de una audiencia dada. Como actitud ante la vida, la Retórica suscribe todos los tipos de procesos y métodos que intentan producir un orden frente al caos”

Donald Bryan: “La Retórica es el método, el órganon de los principios para decidir mejor las cuestiones que son indecidibles, para arribar a soluciones ante los problemas que son irresolubles, para instituir un método en esas fases vitales de la actividad humana donde no existe un método inherente a la materia de la que se ocupa una decisión. El arte de resolver este tipo de problemas es la Retórica"

Thomas Farell: “La Retórica es el arte colaborativo que guía las decisiones frente al juicio público en relación a materias sobre las cuales no se puede decidir a través de la fuerza o la experiencia”

William F. Imscher: “La Retórica es el estudio de los paradigmas que organizan las relaciones humanas; de las implícitas pero inviolables reglas con las que se vive en armonía social; de los acuerdos de los que toda comunicación, comprensión e identificación humana dependen”

George Briscoe Kerferd: "La superioridad de un logos sobre otro no es accidental, sino que depende de la presencia de dispositivos específicos. El estudio de esos dispositivos es el arte de la Retórica"

Richard McKeon: “El nuevo arte de la Retórica es un arte del descubrimiento. No es un método heurístico o una interpretación radical de las cosas, sino un arte de los tópicos o de la selección de los elementos que hacen posible el reconocimiento de nuevos hechos y que abre la percepción hacia estructuras y secuencias de las que no se tenía noticia”
o
David M. Berube: "La Retórica no se define sólo como el arte de descubrir los medios adecuados a la persuasión. En los últimos tiempos, se ha definido ya como un arte constructivo para la producción de conocimiento."
o
Edwin Black & Lloyd F. Bitzer: "Los estudios de Retórica se definen por su capacidad de explorar los procedimientos y las prácticas de la comunicación que tradicionalmente no son cubiertos por otras disciplinas de estudio"
o
Robert Ivie: "La retórica es un acto de crítica cultural circunstanciada, que se centra en el problema del chivo expiatorio, o de la demonización del Otro, y que afronta el correspondiente desafío de articular una cultura democrática más inclusiva"

domingo, 4 de marzo de 2007

Las cinco partes de la retórica


Cada situación en la que debemos dar una respuesta y donde lo que prevalece es lo probable más que lo necesario, es una situación retórica. De ahí nace la naturaleza de la deliberación, que es natural en el hombre pero cuyos procedimientos pueden estudiarse y enseñarse. Partiendo entonces de la premisa postulada por Aristóteles de que “también lo que se hace por costumbre puede teorizarse” (Retórica) surge el canon de la Retórica, que propone la existencia de las cinco partes que componen este procedimiento de deliberación para las decisiones prácticas. Partiendo de que el problema de las situaciones en el discurso es saber primero qué debemos decir y luego cómo, surgen entonces estas cinco partes que son la Invención, la Disposición, el Estilo (la Elocución), la Memoria y la Acción.

La Invención
Trata sobre el modo como encontramos lo que debemos decir o hacer (de hecho su nombre proviene de la palabra invenire, encontrar). Aristóteles señala que, dada una situación, es en la invención donde encontramos y descubrimos premisas sobre la base de hallar los lugares adecuados para el caso dentro de la reserva colectiva de las convenciones históricamente construidas, es decir los lugares comunes. Por eso Aristóteles define a la retórica como “el arte de encontrar lo que es adecuado en cada caso para persuadir”. Los topoi o lugares comunes son por ello llamados tópicos de invención, pues recurrimos a ellos para argumentar. Los tópicos de invención serían, por ejemplo, los de a) Definición (género/especie) b) División (parte/todo) c) De relación (causa efecto, antecedente/consecuente, de los contrarios), e) De circunstancia (posible/imposible, pasado/futuro) f) De autoridad (leyes, documentos, máximas). Y existen también tópicos especiales para los discursos judicial, político y epidíctico.
Muchas veces nos referimos a lugares comunes peyorativamente, pero en realidad ellos aseguran la comunicación, pues están instaurados en la memoria colectiva. En algunos casos, y para ciertos juicios, requerimos de lugares nuevos (tópicos para cosas de las que antes no teníamos noticia, como por ejemplo el calentamiento global, que nos lleva a una nueva tópica como la de la sustentabilidad). Pero los lugares nuevos siempre están en relación dialéctica con los lugares comunes, pues la comunicación debe asegurarse antes de postular nuevas ideas. Un ejemplo de ello son los cuadros cubistas, que trataban de inaugurar una nueva forma de representar el espacio y el tiempo, pero para hacerlo debían recuperar los lugares comunes de la pintura tales como la “naturaleza muerta” o el “bodegón”, para a partir de ahí establecer su nueva tópica perceptiva, que por lo demás se volvió común después, como toda vanguardia. Lo nuevo siempre depende de lo tradicional.



Otro caso es el de los íconos de las computadoras, ya que para elaborar las interfases los programadores deben recurrir a la tópica común de una oficina (donde hay clips, basureros, folders, archivos, etc.) De esta manera los usuarios pueden interactuar con los complejos algoritmos de la máquina: recurriendo a los lugares de lo conocido.


La invención está entonces vinculada al logos, al hallazgo que nos permite asegurar las proposiciones, y se centra más en el estudio de qué debemos decir antes que en el cómo. La invención es el centro de la actividad retórica, pues ahí se genera su núcleo argumentativo.


La Disposición
La disposición trata sobre el orden de las partes, sobre la organización de la cadena de los argumentos que componen una acción, un texto o un discurso. Se vuelve particularmente importante cuando se procede en una secuencia larga, ya que ahí se decide el recorrido que debe seguir el usuario o el lector, recorrido que debe ser productivo, significativo.
En la antigüedad la disposición fue organizada en torno al discurso oral, y se componía de cuatro partes, el exordio (destinado a abrir el ánimo del público) la narración (relación de hechos), la argumentación (discernimiento de los juicios) y la conclusión o epilogo. La disposición está arreglada para apelar tanto al juicio como a las emociones, ya que en el exordio uno puede establecer su propia autoridad (se apela al ethos) en la narración y la argumentación se recurre a los argumentos lógicos (se apela al logos) y la conclusión se arriba al final de forma emotiva (se apela al pathos).
La disposición como concepto retórico se ha extendido desde entonces a una consideración más amplia. Por ejemplo con el surgimiento del libro varias partes fueron estableciéndose para ordenar el discurso (introducción, proemio, prólogo, capítulo, subcapítulo, inciso, conclusión, epílogo, etcétera) El índice de un texto o una tesis es una forma bastante conocida de la dispositio, y todos sabemos que su organización es fundamental. Pero llevando el concepto más lejos, podemos decir que todos los artefactos retóricos, un edificio, una traza urbana, una película, una página web, un plan de estudios, una legislación, el organigrama de una institución o un manual de puestos, tienen todos una disposición construida por las convenciones sociales. Es de hecho su disposición lo que decide qué se puede o no hacer, qué jerarquías hay qué considerar, es el esqueleto del argumento y por tanto persuade ya desde su propia organización: la disposición ordena.
Veamos la siguiente imagen, el organigrama del Instituto Nacional de Agua, donde destaca la paradoja de llamar Auditoria Interna a una estructura que proviene de fuera. Todo organismo, toda institución establece la disposición de sus partes, que parecen por tanto ser necesarias, pero sabemos también que ese no es el único orden posible: pensar en los efectos o vacíos de una disposición es pensar retóricamente.

El estilo
La investidura que un autor da a su lenguaje para alcanzar sus objetivos entra dentro del estatuto del estilo. Para un escritor el estilo es la manera en que algo es expresado, el resultado de aspectos tales como la elección de las palabras, el tono del discurso o las decisiones sintácticas. El estilo se define así como el arte de hallar la adecuada expresión de las ideas, pensando ya no sólo en el QUE sino en el CÓMO de las formas comunicativas.
Desde una perspectiva retórica el estilo no es algo incidental, suplementario o superficial, ya que la manera en que las ideas son encarnadas decide la impronta que el acto dejará sobre el usuario o lector. A menudo la retórica ha sido disminuida al estudio de los efectos de las figuras de la Elocución, que son el cuerpo donde se estudian los elementos del estilo, y es esa disminución la que la hace aparecer como un arte puramente ornamental. Sin embargo, operando dentro de todo el sistema (es decir, sabiendo que la elocución procede de la invención y de la disposición) nos percatamos de que toda inclinación por una expresión conlleva una carga a la que es sensible el usuario, por lo que el estilo no es un revestimiento sino una parte fundamental del argumento.
Si la retórica otorga una importancia crucial a la lexis (el léxico) y al modo de las expresiones es porque sabemos que “el fondo es forma”. De esta manera la ornamentación (que viene del latín ornare- equipar, surtir) no es en la retórica clásica un concepto cosmético, sino una forma de equipar al discurso para alcanzar sus objetivos.

La elocución o estudio del estilo se ha basado en una amplia categorización de las llamadas “figuras retóricas”, como es el caso de la metáfora, la sinécdoque, la metonimia, la ironía, la paradoja, el oxímoron, etcétera. Las figuras son esquemas en los que los argumentos pueden ser vertidos según diversos propósitos, y es su modo de operación lo que hace que las ideas anclen de un modo u otro en la percepción y en el juicio. La categorización y estudio de las figuras es entonces un aspecto central en el abordaje del estilo dentro de esta tradición.
Las figuras tienen esquemas que permiten incidir sobre las emociones, sobre la autoridad y el carácter del orador, sobre la credibilidad, claridad y coherencia de las ideas, por lo que sus diversos modos pueden apelar al ethos, al logos y al pathos. Para Hermógenes, cuya aprotación a la tradición fue la definición de “Las virtudes del estilo” las cualidades que la elocuencia procura son cinco: claridad, grandeza, belleza, rapidez, carácter, sinceridad y fuerza. Resulta curioso comparar estas máximas con la propuesta que Italo Calvino hiciera para la literatura luego de un milenio de historia del libro. Según Calvino, la literatura debiera cultivar las siguientes virtudes: levedad, rapidez, exactitud, visibilidad, multiplicidad y consistencia. Vemos así que la tradición retórica sigue presente en la necesidad de analizar las necesidad de categorizar el campo del estilo.
Un ejemplo: Helioflores, uno de los grandes caricaturistas mexicanos, desarrolló un estilo consistente y propio para hacer la crónica y la crítica de la vida política mexicana. Su oficio retórico le hace decir que lo más difícil del día es leer las noticias y comprender cuál es el argumento más relevante (es decir la Invención): “Yo creo que lleva más la selección del tema, informarte, armar bien la idea. Ya cuando la dibujas es que ya sabes qué vas a hacer. En cuanto al dibujo hay unos más complicados que otros, pero los puedes trazar en dos o tres horas, dependiendo de muchas cosas. Pero cuando estoy dibujando ya estoy de salida”. ("La vida detrás del mono", entrevista a Helioflores, Revista Universo del Mono, de René Avilés Fabila, Año 6, Núm. 66, agosto del 2005)
Helioflores ha construído sus caricaturas utilizando la paradoja, la metáfora, la hipérbole para formar su estilo. Son inolvidables esas hipérboles donde la gente pobre aparece con pies enormes, o donde los grandes represores aparecen con un enorme volumen para que entendamos el tamaño de su autoritarismo. Son estas ideas visuales, basadas en figuras retóricas, lo que nos hace ver el peso específico de la hipocresía política. He ahí uno de los mejores ejemplos de lo fundamental que resulta el estilo en la argumentación:

La memoria

La cuarta parte de la retórica, la memoria, es uno de los cánones que más han sido olvidados en esta teoría al paso del tiempo. En principio la memoria parece estar ligada únicamente a la actividad mnemotécnica, en la que el orador retiene en la mente su discurso. Sin embargo el concepto de memoria en la teoría retórica va más allá: refiere a la necesidad que tiene el productor de aprender diversos tópicos que puede usar en cualquier momento de la deliberación, es decir, se relaciona con el depósito de los tópicos o lugares que pueden usarse libremente en el discurrir y por tanto la memoria está relacionada con la Invención.

La memoria refiere así al catálogo o enciclopedia al que es posible recurrir para improvisar en una ocasión dada para conseguir los objetivos propuestos. La Retórica para Herennio llama a la memoria “el atesoramiento de las cosas inventadas” y su uso emergente la relaciona también con el concepto retórico de oportunidad (kairos) ya que los tópicos conocidos pueden ser convocados según las necesidades del contexto y la situación. La capacidad de memoria es entonces una virtud ya que ella permite que en la comunicación se demuestre la posesión de una amplia información a la que se puede apelar ganando así efectividad ante una audiencia.

El uso de la memoria establece consideraciones relevantes en la preparación psicológica de la comunicación y su puesta en escena, y aunque está típicamente relacionada con el orador, es posible pensar también en la ayuda que recibirá el auditorio para retener en su mente las cosas enunciadas. En este sentido resulta propicio saber que la comunicación tiene, como señala la pragmática, temas (cosas que están previamente establecidas en el contexto), remas (cosas que resultan nuevas) y focos (elementos que se subrayan como relevantes). Así mismo Perelman habla de “la plasticidad de las nociones” aludiendo a que las palabras tienen tonos y matices distintos. El balance correcto de un discurso entre los temas, los remas, los focos, las pausas y las imágenes de descripción (écfrasis), por ejemplo, son instancias que ayudan a la memoria a retener las ideas principales. Esta función esencial de la memoria puede estar también presente en la música o en la disposición urbana: por ejemplo si en una ciudad se colocan construcciones emblemáticas en ciertos lugares (glorietas, kioskos, relojes, monumentos, etcétera) es más fácil que la audiencia recuerde la ubicación de las cosas por su relación con estos “focos”: curiosa y poderosa devolución de la noción de lugar a su contexto físico originario, nos acordamos de las cosas por el lugar que ocupaban.

El Obelisco, lugar de referencia obligado en la ciudad de Buenos Aires.


La Acción
También conocida como la Actio, la Acción es otra de las cinco partes de la retórica que, junto con la Elocutio, tiene que ver más con el CÓMO que con el QUÉ de la actuación retórica. En la antigüedad se refería a los gestos, formas de vestir o la escenenografía que envuelven al orador con propósitos persuasivos. Por ello se relaciona sobre todo con ethos o con el pathos, el carácter de quien enuncia y las emociones que suscita. Como la Memoria, es otra de las partes de la retórica que menos tratamiento ha recibido en la actualidad. Sin embargo sabemos que la Acción o Puesta en Escena de los argumentos es fundamental, sobre todo en una época altamente tecnologizada, donde la definición de las pantallas, la viveza del color, la calidad de las impresiones o la riqueza de las texturas resultan imprescindibles para que los argumentos alcancen su objetivo. En el cine llamamos a eso “realización”, “postproducción”, que resultan hoy ser tan sofisticados como la Invención misma y por ello la Actio tendría que ser revitalizada como un elemento fundamental de la retórica contemporánea.

Consideraremos entonces como elementos cruciales de la vitalidad de la Acción retórica actual a los software especializados, a los micrófonos y cámaras de alta definición, a las aleaciones de plásticos y metales que permiten texturas sorprendentes, a las pantallas gigantes, a los refinados mecanismos de impresión, a las bocinas de alta fidelidad, a los logros técnicos de la alta costura, etcétera. Y con ello daremos una idea de la importancia de la última de las partes de la retórica, la Acción. Incluso podemos decir que hay una función análoga entre la Actio retórica y la Opsis (el espectáculo) al que se refiere Aristóteles en su Arte Poética, pues se sabe desde entonces que además del argumento de una obra dramática la escenografía resulta fundamental para tocar el alma del público. Hoy la Actio está conferida sobre todo a la alta tecnología, que será considerada como una parte fundamental de la persuasión.
Ve la calidad de las dos fotos digitales, tomadas ambas de sitios que venden equipo de encuadernación en interntet. ¿cuál de ellas preferirías adquirir?