sábado, 12 de mayo de 2007

Función, carácter y deseo: la retórica de los objetos

Una de las cosas que la sociedad tecnológica ha hecho patente es el poder que los objetos tienen ante la conformación de las acciones y las creencias sociales. Los objetos son una encarnación de los lugares de pensamiento que los hombres emplazan para interactuar con su medio ambiente, lugares que se resuelven material y simbólicamente y que implican la transformación de los valores en secuencias prácticas que hoy moldean buena parte de nuestro desempeño en el planeta.
La identidad retórica de esta ecuación, intuida ya desde los inicios del diseño industrial, puede ser corroborada en la tradicional identificación que esta disciplina ha hecho de las implicaciones tanto funcionales (ergonómicas por ejemplo) como estilísticas que la producción de un objeto trae consigo. Aunque no siempre la conciencia retórica de esta actividad ha sido explícita, y aunque la matriz conceptual de la disciplina del diseño industrial está todavía en construcción, lo cierto es que en la práctica el objeto se ha convertido en uno de los dispositivos míticos más importantes de nuestro tiempo, sobre todo en las sociedades altamente desarrolladas (que irradian sus modelos de consumo hacia las demás). Desde el paraguas sofisticado hasta el diseño de mobiliario doméstico, del automóvil hiperconfortable hasta el microdispositivo electrónico para reproducir música con alta fidelidad, los objetos son diseñados mediante unas políticas de invención claramente retóricas: importa en ellos cómo funcionan, cómo dan cuerpo a un carácter, a un estilo, cómo se sienten, cómo se observan, cómo irradian los ideales de la civilización dentro de sus componentes y cómo persuaden a partir de las operaciones que parecen hacer posibles. Ciertamente el argumento que los objetos encarnan no se da de forma explícita: las emociones que los objetos ponen en juego, tanto como su narración funcional -que de forma epidíctica se manifiesta en su materialidad- parece darse tácita, sutilmente, y esta es una de sus principales cualidades retóricas, pues como sabemos hay buena retórica ahí donde los artificios procurados no se advierten como tales sino que simplemente “se ven, se palpan, aparecen”. El modelo Beatle que sustituye al tradicional "escarabajo" es un ejemplo. Con su constitución hecha para despojar de sus incomodidades al Volkswagen tradicional, su incorporación de las cualidades del máximo confort y su inclinación al humor y a los colores capaces de atrapar la mirada, es un modelo que partió de la ilustración visual, de la idea de cómo se vería un dibujo en la calle, y después los ingenieros se encargaron de hacerlo posible: el estilo se vuelve aquí preponderante.
Los objetos nacen con la necesidad de hacer ese balance, donde las emociones, el estilo y la función requieren de la concordancia con las premisas de los auditorios. Muchos diseños en el mundo fracasan justo por la no ideoneidad retórica de su forma y su apariencia. Donald Norman, autor del libro Emotional Design: why we love -or hate- everyday things (Basic Books. 2004), sostiene que desde el punto de vista de las ciencias cognitivas se puede apreciar cómo la conducta de los usuarios frente a los objetos depende de ese balance. El control de la televisión con sus muchos botones (la mayoría de los cuales el “usuario” no está interesado en usar) o puertas eléctricas, teléfonos o cafeteras cuyo diseño no nos deja saber cómo funcionan, impiden el éxito de un producto, de modo que los ingenieros han debido incorporar estudios sobre la audiencia, sobre el estilo y el carácter para normar su proceso de invención y elocución. Norman añade además que frente a la acción pragmática de seleccionar y utilizar un objeto, el sujeto opera sobre todo a partir de sus estructuras emocionales. El objeto no actúa pues como un "mensaje", no apela a la interpretación, sino posibilita o no una experiencia, experiencia que está relacionada primero con el deseo y la necesidad de satisfacción y posteriormente con el logos que el accionar del objeto implica. De ahí la importancia que se concede hoy a la noción del diseño “centrado en el usuario”, a las nociones de “usabilidad” y de “interfase”, que suponen que el usuario debe poder activar los dispositivos y obtener inmediatamente los resultados sin tener que recurrir a los instructivos (ello sólo sucederá si el objeto a conquistado primero el interés y la disposición anímica). En el momento de cerrar una puerta, el consumidor de ciertos autos palpa el silencio, la suavidad, el olor que se despliega (sensasiones que marcan una diferencia cualitativa), del mismo modo como el usuario de una pantalla de alta definición goza de la nitidez, la calidad del sonido, o experimenta la fascinación de pensar que tiene el control sobre ella, así como la tersura de las imágenes que se despliegan: la apelación a los sentidos físicos es aquí fundamental. El objeto es así un arte-facto, un dispositivo hecho a partir del arte, del arte de comprender y ejecutar las secuencias que conectan al objeto con las disposiciones emotivas e intelectivas del usuario.
Dadas así las coordenadas retóricas que el diseño de objetos tiene, podemos ver entonces cómo los objetos son la concreción de los acuerdos, creencias y deseos sociales respecto a la vida práctica y a las necesidades de interacción que los sujetos mantienen con su entorno. Se despliega ahí por tanto un enorme poder, que emana de la vinculación entre función, carácter y deseo. Ello ha sido señalado por Abraham Moles, uno de sus principales teóricos, quien señala que “La persona que da encanto al medio ambiente y resuelve la ecuación entre los patrones de deseo que encauzan la conducta y los dispositivos a través de los cuales se actúan esos deseos, logra una posición de poder tan grande como la del político” ("The Comprehensive Guarantee: A New Consumer Value”, en Design Discourse, The University of Chicago Press, Chicago and London, 1989).

La tecnología juega aquí un papel preponderante, pues ella es la instancia que permite ejercer esta mediación. Según Stephen Dohen-Farina (en Rhetoric, Innovation, Technology, Case Studies of Technical Communication in Technology Transfer, MIT Press, 1992) es la ciencia la que se encarga de descubrir las nuevas posibilidades de los recursos (las aleaciones, las conexiones, la conductividad eléctrica, etcétera) pero la tecnología es la permite transferir esos descubrimientos al ámbito de las situaciones comunes, a la vida cotidiana. Por ello este autor habla de que la transferencia tecnológica implica a la retórica, o es una forma retórica de la ciencia, pues conduce los descubrimientos científicos hacia una tópica social, a un modo de operar los valores en la esfera de la acción práctica, y es al avance de este procedimiento a lo que llamamos innovación. A través del diseño los usuarios se enteran, via la acción, de los avances que la ciencia hace respecto a sus vidas.

Y es ciertamente esta conciencia de la retórica que está implícita en los productos lo que pone en discusión a la tecnología, pues siempre podemos preguntarnos ¿tecnología para qué, para quién, con qué consecuencias? Ello es patente sobre todo en el debate acerca de cómo la producción industrial impacta el medio ambiente, la sustentabilidad, la cuestión ambiental, temas que hoy día ponen al descubierto la compleja composición que los tópicos de invención adquieren en el diseño de objetos: un diseñador tiene que innovar, pero considerando el uso, la reversibilidad ecológica, la economía, las pautas de consumo y las modas, así como las situaciones de inclusión o exclusión social. Este tema está presente también en la discusión retórica que se da en el diseño contemporáneo a través del tema del “diseño para todos”, que invita a ya no diseñar “para personas especiales” sino a buscar soluciones universales y sustentables (que incluyan a todos). Ello es una posibilidad que recuerda nuevamente, como decía Aristóteles, que las decisiones tienen que partir de consideraciones sobre el auditorio, lo que implicaría hacer definiciones muy precisas. En su texto “Queering the Universal Rhetoric of Objetcs”, Bruce King Shei (Thesis Project, Graduate Program in Visual Communication, California Collage of Arts, 2005) subraya las contradicciones que pueden establecerse con respecto a la definición del auditorio incluso ahí donde se habla de diseño “universal”, pues muchas veces este principio es entendido desde el mercado, el cual a menudo define al usuario sólo como aquél que puede comprar, y por tanto hace elusión de diferencias culturales y de identidad reales. King señala: “el discurso del diseño que se enfoca en los principios de lo universal para redefinir las políticas de la identidad, a menudo nos divorcia de nuestras historias políticas y sociales como sujetos” (p. 22).

Bicicleta de bambú ideada por el diseñador brasileño Flavio Deslandes, quien se propone utilizar recursos naturales que son abundantes en su país.
King es un diseñador industrial que no ha perdido el ideal que mueve a muchos diseñadores de creer que esta profesión y los objetos que crea pueden mejorar la vida de la gente, pero sabe de la ambigüedad que este principio puede tener justo porque involucra la competencia entre distintos acuerdos sociales acerca de lo posible y lo creíble. A tal punto este debate sobre la invención de los objetos y su relación con las comunidades de uso se ha vuelto evidente, que no es casual que los estudios sobre el diseño industrial enfocados desde la retórica comiencen a proliferar en los ámbitos de investigación y de producción, como sucede con el texto de Richard Buchanan, “Delaration by Design: Rhetoric, Argument, and Demonstration in Design Practice” (que pertenece también al libro Design Discourse que citamos anteriormente), donde se habla de la naturaleza política de la producción industrial y de la pertinencia de analizar el fenómeno a partir de las categorías retóricas fundamentales que son el logos, el ethos el pathos, o el libro de George H. Marcus, What is Design Today? (Harry N. Abrams Inc. New York, 2002), donde, con más mesura que los mercadólogos y de los aclamadores de la “usabilidad”, se sostiene que la agenda del diseño hoy consiste en comprender el proceso, disponer un estilo, utilizar la tecnología, ser responsable, servir a las personas, convenir acuerdos y elegir opciones.
Es de esperarse así que la indagación retórica tenga en el futuro una presencia considerable en la definición de los objetos que habrán de diseñarse en las próximas décadas. Ello se verá claramente en las aplicaciones que surgirán ya pronto a la luz de dos nuevas invenciones científico-tecnológicas que poco a poco harán elocuentes sus argumentos en nuestros territorios: la nanotecnología y la genómica. En ellos será la Retórica la resuelva esa gran dicotomía de nuestro tiempo que obliga a hacer compatible la fascinación por la materia y la inapelable necesidad de supervivencia de las personas. La deliberación no será nada fácil.


Taburete diseñado por el Swedish group Studio, pensando en las personas invidentes. Utilizando el código braile, se han dispuesto varios poemas de diversos autores en los que se describe la sensación que despierta el color amarillo para aquéllos que no han tenido la ocasión de mirarlo.

2 comentarios:

jf.yedraAaviña dijo...

Wow! un aplauso para el Taburete... colores... lenguaje... tacto... mmm.. complicado el asunto...

Alex dijo...

La bici de bambú me ha impresionado, como siempre uno no sabe si puede ser un diseño viable.
Alex de, http://www.ampgrafico.com/
Saludos.