lunes, 28 de julio de 2008

Elocuencia sin arte: el nuevo hábito de Power Point

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De una forma prácticamente generalizada, los expertos en comunicación y retórica han señalado el empobrecimiento que ha tenido lugar en numerosos escenarios de interlocución a partir del surgimiento del programa conocido como Power Point. Esta herramienta de la tecnología, compañera indiscutible de la globalización y plataforma decisiva de Macintosh y de Microsoft para abaratarle al usuario el esfuerzo de realizar una presentación, pulula entre las empresas, las escuelas y universidades, las oficinas de gobierno, facilitando que todo tipo de proyectos, iniciativas y secuencias de conceptos se resuelvan con la aparente claridad y nitidez de una ordenada escenificación audiovisual. La popularidad del instrumento es innegable, pero también lo es la frecuente banalidad expositiva a la que su uso suele someternos, de manera que no sorprende la generalización de aquella frase que sostiene que “si usted no tiene nada interesante que decir, dígalo ordenada y lentamente con un Power Point”.
El sarcasmo no es gratuito. A partir de 1987, fecha en que se pone en marcha este programa, y teniendo un crecimiento formidable en los años noventa gracias a la popularización de este instrumento entre los usuarios mundiales, hemos visto proliferar todo tipo de presentaciones donde se cortan y se pegan textos enteros que se vuelven ilegibles al ser proyectados; oradores tautológicos que nos repiten palabra a palabra lo que ya está en la pantalla y que ya sabíamos (Power Point karaoke, le llamamos); aburridos movimientos de diagramas, flechas y párrafos que tienen el afán de impresionar a un público que solo ve la fallida pretensión; estereotipadas y pobres imágenes clip art que no hacen sino restar la poca credibilidad y paciencia que de por sí ya no abundan ante la proliferación de este popular invento de la prestidigitación audiovisual. Muchas prácticas fraudulentas suceden desde su invención, como cuando los usuarios arman un “material audiovisual” sin mayor esfuerzo o inteligencia que la de copiar diagramas, escanear imágenes y reproducir al infinito esquemas de dudosa calidad conceptual, pero que a ser transmitidos por el ineludible cañón de video (otro de los dispositivos que ha subido formidablemente sus ventas a raíz de la popularización del programa) parecen volverse totalitarias e incontestables. El Power Point sin embargo es un programa bastante sencillo, permite producir una gran cantidad de presentaciones en poco tiempo, y su formato y sus efectos permiten crear con cierta facilidad la apariencia de una argumentación sostenida.
Tema interesante para la retórica, desde luego. En primer lugar porque el fenómeno habla de una continuada necesidad de la oratoria en nuestros días, apoyada esta vez por eso que todavía nos gusta llamar –un poco mistificadamente a estas alturas- “el uso de nuevas tecnologías”. El Power Point sin embargo implica un costo en esos escenarios de la persuasión, ya que como toda tecnología condiciona el modo en que pensamos, hablamos y comprendemos. Como su nombre lo indica, su planteamiento fundamental consiste en proponernos que toda deliberación se puede resolver reduciendo el argumento a sus puntos mínimos, pretensión más bien positivista que lo que produce es una fragmentación de los contenidos, una elisión de los mecanismos de enlace entre una idea y otra (inhibiendo así las condiciones para hacer inferencias y verificar la lógica de la exposición) y subordinando la coherencia de la tesis que se expone al impulso de las pulsaciones que deben dar paso, una tras otra, a las láminas sucesivas (gesto que a menudo implica borrón y cuenta nueva cada vez que aparece la lámina siguiente). Todo ello, sumado a la poca pericia de la mayoría de los expositores, confiados en la mágica transformación que parece prometerles el instrumento –ensoñación que se esconde subrepticiamente en la palabra Power que da nombre al programa- y al gran número de opciones estilísticas extremadamente naif que se pueden escoger en las barras de dispositivos predeterminados –y que pueden generar una gran gama de cándidos efectos en el modo de hacer aparecer las frases, las imágenes o los diagramas- arrojan los frustrantes resultados que señalamos antes. Es decir, el programa hace posible desarrollar mucha elocuencia para una pobre invención argumental, o sea, grandi-locuencia, una elocuencia sin arte.
No se puede pedir más a un programa que, en realidad, estaba diseñado originalmente para vendedores. Pese a ello, es de esperarse que, como comienza a suceder con las nuevas versiones, el instrumental del Power Point comience a contemplar los otros muchos escenarios en los que el programa es la base de las exposiciones. Sin embargo el programa de suyo contiene la tendencia inherente a la configuración light de la deliberación, facilidad que pareciera tener ventajas pero que encierra también muchos riesgos. En un artículo esencial sobre el tema, titulado “The rhetoric of power point”, Jans E. Kjeldsen subraya la tendencia a la poca consistencia cognitiva que encierra la retórica implícita del programa y recuerda una de las más relevantes experiencias en donde el Power Point motivó conclusiones inconvenientes o equivocadas para los EU, cuando el Columbia explotó en el momento de regresar a la tierra. Los ingenieros de la Boeing provocaron el desastre del Columbia y la falla estuvo en la insuficiente explicación que habían recibido los astronautas respecto a los procedimientos cruciales que se tienen que contemplar par reingresar la nave a la atmósfera, los cuales habían quedado poco claros: el instrumento que se había utilizado en el entrenamiento era una presentación en Power Point (experiencia que ha sido documentada en el Columbia Accident Investigation Board. 2003. Report volumen 1, August 2003.)
Esas inconsistencias provocadas por el optimismo imprudente que nos generan estos instrumentos tecnológicos que encumbran la apoteosis de la llamada era del “diseño de la información” explican, entre otras cosas, porqué en el campo de estudio de las humanidades, donde la interpretación es un eje relevante de trabajo, el uso Power Point es poco frecuente y generalmente no muy bien admitido, mientras que sucede lo contrario con las áreas más relacionadas con la administración y los negocios (en el Área de Diseño de mi Universidad, en el Posgrado por ejemplo, es frecuente que los alumnos se titulen utilizando una presentación en Power Point, cometiéndose no pocas veces inconsistencias conceptuales que sin embargo pasan inadvertidas dada la vertiginosa instrumentalidad del programa). Pero es innegable que no será haciendo una crítica del programa como mejorarán las cosas, éste seguirá estando ahí. Más bien, como señala Kjeldsen, es momento de que pensemos el problema no tecnológicamente, sino retóricamente. Necesitamos, dice el autor, que los usuarios del Power Point adquieran destrezas retóricas específicas para utilizar el programa, esto es, que puedan tener una visión crítica de la situación discursiva en la que se harán las presentaciones, una comprensión de la posición y las creencias previas de la audiencia y una destreza para organizar la disposición de las partes de una argumentación, no olvidando que el propio orador y su solvencia para organizar oralmente su exposición seguirán siendo la pauta para lograr una exposición efectiva, haciendo que el audiovisual sea un elemento de apoyo. Debemos pensar que los elementos visuales pueden no ser –como se cree ya comúnmente- un factor de degradación del conocimiento, sino que pueden contribuir a la calidad cognitiva de una exposición si se hacen funcionar adecuadamente para construir las reglas de coherencia, de construcción, de focalización y de significatividad que son las que dan calidad a un discurso.
Veamos a continuación algunas propocisiones que pueden enriquecer nuestra conciencia retórica frente al programa:

1. Deseche en principio la idea de que utilizar el Power Point dará más realce a su presentación. La mayoría de los auditorios entra ya con cierta desconfianza a este tipo de escenario, y sabemos ya que los efectos pueden enmascarar argumentos de sospechosa consistencia.

2. Evite utilizar los efectos predeterminados, al menos los más naif, que restarán credibilidad al argumento, así mismo, evite utilizar las imágenes clip art que están disponibles en el programa, los cuales hacen ver poco seria la calidad del orador.

3. Haga una evaluación crítica de la tipografía así como de la composición reticular de las frases y palabras. Las fuentes encarnan un ethos, y debe cuidarse la coherencia entre las formas elegidas y el carácter del tema del que se habla.

4. Considere que el Power Point es un programa de baja resolución, de modo que al ser proyectado los índices cromáticos y de definición son muy inferiores a lo que vemos en nuestra pantalla personal. Teniendo esto en cuenta, elija las imágenes, los tamaños y colores de los tipos facilitando un contraste suficiente para que puedan ser leídos con comodidad. También considere previamente las condiciones de luz (a veces muy variables) en las que será hecha la presentación.

5. No utilice demasiadas palabras por lámina, ya que de lo contrario la visión se saturará, en todo caso sírvase de los elementos editoriales (alineamientos, interlineados, sangrías, cajas, numerales, etcétera, para establecer las jerarquías y diferenciaciones adecuadas, siempre y cuando sean distinguibles en la pantalla). Tampoco cree por ello presentaciones enormes, de varias decenas de láminas. El texto de la presentación no es para ser leído, sino sólo debe servir de apoyo a una deliberación oral, que de suyo debe ser bien sustentada. En todo caso lea sólo aquéllos conceptos clave que necesite fijar en la memoria del público.

6. Haga una deliberación crítica previa de la disposición argumental que seguirá, asegurándose de que la secuencia tenga una lógica lo suficientemente solvente para ser entendida, creída y retenida en el momento de la exposición. La retórica antigua partía del esquema donde comenzamos por una exordio (introducción al tema, donde abrimos la disposición del público y le permitimos saber los objetivos a los que queremos llegar) una narración (exposición de los hechos) una deliberación (ponderación de los argumentos, donde requerimos hacer varias focalizaciones, definiciones, ejemplificaciones, etcétera) y un epílogo (donde explicitamos claramente nuestras conclusiones). Es posible hacer un sumario al final de cada episodio o al final de la presentación, de modo que facilitemos a la memoria la retención de los precedentes que nos llevan a la conclusión.

7. Si no tiene un argumento claro no utilice el Power Point para decirlo.

8. Si utiliza datos, estadísticas o diagramas recuerde que los umbrales de relevancia que éstos procuran son elementos decisivos de una argumentación, por lo que deben ser claramente visibles. A menudo esto implica eliminar la opción de copiarlos de Word y simplemente añadirlos a la presentación, o de utilizar las gráficas que están disponibles en el programa: si se hace preciso, es mejor elaborar de nuevo los gráficos sobre el programa con las herramientas de dibujo de un modo que se ajuste directamente a nuestras necesidades y las del auditorio.

9. No permita ningún efecto, tipo de fondo o de transición (entre láminas) que no esté directamente relacionado con el tema que se está exponiendo. Recuerde que cada uno de estos efectos desempeña un valor metafórico y por tanto incide en la índole cognitiva de la presentación

10. Permita y faculte a la presentación para desarrollar los elementos necesarios para la mejor comprensión del tema, esto incluye la posibilidad de desarrollar sinécdoques, metáforas, metonimias, ironías, ritmos, etcétera (son el instrumental de la retòrica antigua) en la secuencia argumental.

11. Combata al Power Point con el propio programa. De hecho usted debe lograr que el auditorio se olvide de que está viendo un Power Point y se concentre en el tema y en el expositor. Esto a menudo lleva mucho trabajo pero redundará en una confiablidad y una credibilidad que el auditorio agradecerá.

12. No desconsidere los elementos de la profundidad, la espacialidad, la sonoridad y la plasticidad en la presentación. Es posible por ejemplo pensar en las dimensiones de la pantalla y su relación con el auditorio como insumo para expandir y profundizar en la percepción de las ideas.

Bueno, las recomendaciones podrían ser muchas otras, pero dependen de cada necesidad. El instrumento llamado Power Point puede ser un interesante apoyo a las condiciones cognitivas de una exposición, como también puede ser enormemente nocivo para el aprendizaje. Hasta ahora las experiencias han merecido una gran cantidad de críticas. Como señala Kjeldsen, el autor que antes citamos, el asunto recuerda aquellas palabras de Aristóteles donde caracterizaba a la retórica como una tejné amoral (la gente puede usarla para cualquier cosa), cosa que se reafirma en las propias palabras de Peter Norvig, creador del programa, quien al responder a los cuestionamientos que se hacen sobre las consecuencias ampliamente negativas de su invento, decía:

“No es el Power Point el que mata a la enseñanza y el aprendizaje. Son los maestros y lectores los que lo hacen. Pero hay que reconocer que usar el Power Point es como tener a disposición una ametralladora AK-47 en el escritorio: usted puede hacer cosas terribles con ella” (Norvig, citado por Kjeldsen, obra citada, p. 15)


En la imagen: ejemplo de una Presentación en Power Point de Antonio Rivera donde se explicaban claramente conceptos de la teorización retórica del diseño. El autor se sirvió del esquema como apoyo para hacer una exposición oral del argumento, y la imagen ayudaba poderosamente a ordenar en la mente lo que se estaba explicando. Obsérvese el contraste, la calidad de la tipografía y la limpieza del esquema (realizado sobre la lámina con las herramientas del dibujo del programa). Para hacer la presentación el expositor acudió a la ayuda de un diseñador gráfico, trabajando ambos coordinadamente.

5 comentarios:

CMYK dijo...

Muy buen aporte, gracias.

Nora López dijo...

Hola, soy Nora López estoy realizando mi tesis acerca de diseño social y desearía realizarle una entrevista. Si está de acuerdo ojalá pueda responder a mi correo para ponernos de acuerdo.
noralopez_07@hotmail.com
Gracias!

Alets Klamroth dijo...

PowerPoint no es la maldad encarnada, de la misma manera que no podemos descartar el internet por que el 98% en ella sea basura. Que la presentación sea en PDF no la hace mejor. He visto muchísimos diseñadores dar conferencia mostrando su 'egoteca', apoyados en el miren que bonito, pero sin agregar nada al discurso. Si mucho, me parece que los diseñadores debemos ver esto como una ventana de oportunidad. Eso viene a demostrar que la gente no está conforme con los formatos de texto corrido y su 'elocuencia' y está tratando de acercarse a nuestros terrenos. Es nuestra responsabilidad (ya que las escuelas no se lo adjudican) y en nuestro beneficio apoyar a la gente con intensiones visuales.
hace pocos segundos

Anónimo dijo...

Gracias por publicar esto, fue muy útil y le dijo a una gran cantidad

Daniel Santiago Rocha dijo...

Hmm, pues los consejos que das al final son muy buenos. Es una ayuda. Es muy cierto que a veces tanta animación e imagen tonta distrae al público, pero a muchos les facilita la vida.
Como tu dices muy bien, no es la culpa de power point, esta tan solo es una ayuda. Pero mucha gente se enfoca en poner una cantidad de texto, o imagenes prediseñadas, o animaciones.
Ojalá tanta gente pensara como tú y se enfocara en hacer la presentación, (si claro, atractiva), pero no distrayente.

Buen post¡
Salu2.
Starlord1996